LA ORACION DE LA FE CURARÁ AL ENFERMO
 
  La oración de la fe produce el milagro.
  No importa la extensión de la oración, no importan las palabras, ni la expresión gramatical. Lo que importa es la fe que se expresa a través de las palabras.
  No importa si cambias de oración cada día, para ver si aquella otra fórmula consigue la curación. La fe es la que cura.

  Aunque digas una oración cortita y llena de errores gramaticales, si tienes fe, ocurrirá el milagro.

  La mejor oración para una sanación es aquella cuyo texto contenga ya en si la verdadera cura y cuya mentalización acreciente tu fe. En este caso la cura es infalible.

  “Y la oración de la fe, curará al enfermo”.
  Ante todo , es necesario saber que no se trata de implorar por una curación. Tu oración de cura no es propiamente una súplica.

  La súplica implica dudas, es decir, la posibilidad de ser o no atendido. Pero la oración no depende de factores incontrolables, ni de la suerte. La oración obedece a las leyes espirituales, por eso, todo ruego hecho con fe, es infalible, como escribió el Apóstol Santiago, a quien ya cité: “ La oración de la fe, curará al enfermo”.

  El mismo Santiago, en su carta asegura: “Pides y no recibes, porque pides mal”, ahí está la otra prueba de que la oración es ley: cuando no son colocadas correctamente las premisas de esa ley, el resultado falla.

  Para condicionar tu mente al uso correcto de las leyes de la oración, comienza por reconocer que tú, en tu verdadera realidad y esencia, continúas siendo perfecto. 

La enfermedad es una falsedad, es un estado negativo, es el resultado de un error de comprensión y este estado mental, no forma parte de tu legítima realidad de hijo de Dios perfecto.

  Joseph Murphy escribió: “ La salud es la realidad de tu ser. Cuando haces una afirmación de salud, armonía y paz, para ti mismo u otra persona y cuando comprendes que esos son los principios universales de tu  propio ser, tú alteras los padrones negativos de lo que estás afirmando. 

El resultado del proceso afirmativo de la oración reside en tu conformidad con los principios de la vida, indiferentes a las apariencias”.
  Y concluye Murphy: “Reflexiona por un momento en el hecho de que existe un principio de la matemática, pero ninguno del error, hay un principio de la verdad, pero ninguno del error, hay un principio de honestidad, pero ninguno de deshonestidad, hay un principio de armonía, pero ninguno de discordancia; hay un principio de salud, pero ninguno de enfermedad; hay un principio de abundancia, pero ninguno de pobreza” ( “El poder del subconsciente”)