lunes, 26 de junio de 2017

La existencia de los Maestros (Enseñanzas Teosóficas: 19)




De las nuevas verdades expuestas por la Teosofía, una de las más importantes es la de la existencia de hombres perfectos, que se deduce lógicamente de las otras dos magnas verdades teosóficas del karma y de la evolución por medio de sucesivas encarnaciones.

Al observar en nuestro alrededor vemos palmariamente hombres en todos los grados de evolución, unos mucho más atrasados que nosotros en su desenvolvimiento y otros que en algún aspecto están evidentemente más adelantados. Por lo tanto, cabe la posibilidad de que haya algunos cuyo adelanto sea muchísimo mayor, pues si los hombres se van constantemente mejorando en el transcurso de una larga serie de vidas sucesivas en dirección hacia determinada meta, seguramente ha de haber algunos que ya hayan llegado a ella.

Hay entre nosotros quienes en el proceso evolutivo han conseguido actualizar tales o cuales de los sentidos superiores latentes en el hombre y que en el porvenir poseerá todo el género humano. Por medio de dichos sentidos vemos la escala de la evolución extendida por encima y por debajo de nosotros, y que hay hombres en todos los peldaños.

Numerosos testimonios afirman directamente la existencia de hombres perfectos a quienes llamamos Maestros; pero me parece que el primer paso que debemos dar es adquirir la certeza de que deben existir tales hombres, y más adelante, en último término deduciremos que a dicha clase pertenecen los hombres con quienes nos hemos puesto en contacto.

La historia de las naciones relata las hazañas de los genios en cada uno de los campos de la humana actividad. Fueron hombres que en su especial línea de acción y habilidad superaron a la masa general, hasta el punto de que muchas más veces de las que cabe imaginar, sus ideales estaban muy allá de la comprensión de las gentes, de modo que no sólo su obra se había perdido para la humanidad, sino que ni siquiera han conservado sus nombres.

Se ha dicho que la historia de una nación podía resumirse en las biografías de unos cuantos individuos y que siempre las minorías selectas inician los progresos en arte, música, literatura, ciencia, filosofía, filantropía, política y religión. A veces sobresalen en el amor a Dios y al prójimo como los insignes santos y filántropos; otras veces en el conocimiento del hombre y de la naturaleza como los eminentes filósofos, sabios y científicos; otras en su labor beneficiosa para la humanidad como los grandes libertadores y reformadores.

Al contemplar a estos hombres y considerar cuan altos están respecto del ordinario nivel de la humanidad y cuan adelantados en la evolución humana ¿no es lógico inferir que no podemos señalar los límites del alcance humano y que es posible que hayan existido y aun que ahora existan hombres mucho más adelantados que aquéllos, de magna espiritualidad, conocimiento y aptitud artística, hombres completos en cuanto a las humanas perfecciones, hombres precisamente como los adeptos o superhombres a quienes algunos de nosotros hemos tenido el inestimable beneficio de encontrar?

Esta Vía Láctea del ingenio humano que enriquece y hermosea las páginas de la historia es al propio tiempo la gloria y la esperanza de todo el género humano, porque sabemos que estos excelsos Seres son los precursores de los demás hombres y que como almenaras o faros iluminan el camino que debemos seguir si deseamos alcanzar la gloria que muy luego nos será revelada.

Hace largo tiempo que aceptamos la enseñanza de la evolución de las formas en que mora la vida divina. Ahora tenemos la complementaria y mucho más alta idea de la evolución de la vida, que nos demuestra que la razón del admirable desenvolvimiento de formas cada vez más superiores es que la siempre creciente vida las necesita como instrumento de expresión. Las formas nacen y mueren; las formas crecen, decaen y perecen; pero el espíritu se va desenvolviendo eternamente, anima las formas y progresa por medio de la experiencia en ellas adquirida; y cuando una forma ha prestado su servicio y está desgastada, la substituye otra mejor dispuesta a la expresión del espíritu.

Tras la evolucionante forma retoña siempre la Vida eterna, la Vida divina que penetra la naturaleza toda, la cual no es más que la multicolor envoltura construida por el mismo Dios.

Dios alienta y vive en la belleza de las flores, en la robustez del árbol, en la agilidad y gracia del animal, y en el corazón y el alma del hombre.

La voluntad de Dios es evolución, y por ello toda vida adelanta y asciende, y resulta la cosa más natural del mundo la existencia de hombres perfectos en el último extremo de esta línea de siempre creciente poder, sabiduría y amor. Aun más allá de ellos, allí donde no llega nuestra mirada ni nuestra comprensión, se dilata una perspectiva todavía más esplendorosa de la que más adelante daremos alguna insinuación, que sería completamente inútil por de pronto.

La lógica consecuencia de todo esto es que deben existir hombres perfectos y que no faltan indicios de la existencia en todo tiempo de tales hombres, que en vez de abandonar por completo el mundo para vivir en los reinos superhumanos o divinos, han permanecido en contacto con la humanidad, movidos de su amor a ella, para auxiliarla en su evolución de belleza, amor y verdad, y ayudar al cultivo del hombre perfecto, tal como el botánico amante de las plantas se goza en la producción de una perfecta naranja o una perfecta rosa.

Las crónicas de todas las grandes religiones demuestran la presencia de tales superhombres, tan henchidos de la vida divina que repetidamente se los consideró como representantes del mismo Dios.

En toda religión, y especialmente en sus comienzos, apareció un tal Ser, y en algunos casos más de uno. Los induistas tienen sus grandes avatares o encarnaciones divinas, como Shri Krishna, Shri Sancharacharya, el Señor Gautama el Buda, cuya religión se difundió por el Extremo Oriente, y una nutrida pléyade de rishis, santos e instructores.

Estos excelsos Seres no sólo se interesan en despertar la naturaleza espiritual de los hombres, sino también en todo cuanto contribuye a su bienestar en la tierra.

Todo cristiano conoce o debe conocer la larga serie de profetas, instructores y santos pertenecientes a su religión, y que en algún modo (acaso no bien comprendido) su Instructor supremo, el Cristo, fue y es el Hombre-Dios.

Todas las religiones primitivas (por decadentes que algunas de ellas estén en las naciones decaídas) y aun las de las tribus de los hombres primitivos, muestran como capital característica la existencia de superhombres que auxiliaban a las infantiles gentes entre las que moraban.

La enumeración de estos superhombres, por interesante que fuese, nos desviaría de nuestro presente propósito, por lo que para ello remitimos al lector a la excelente obra de Williamson titulada La Magna Ley.

Hay muchas y recientes pruebas de la existencia de estos superiores Seres. En mi juventud nunca necesité prueba alguna, porque como resultado de mis estudios, estaba plenamente convencido de que debían existir tales hombres, pues me parecía su existencia perfectamente natural y mi único deseo era verlos cara a cara.

Sin embargo, entre los miembros más modernos de la Sociedad hay muchos que con suficiente razón necesitan conocer dichas pruebas.

Hay numerosos testimonios personales. La señora Blavatsky y el coronel Olcott, cofundadores de la Sociedad Teosófica, la doctora Annie Besant, nuestra actual presidente y yo mismo hemos visto a algunos de estos Seres superiores, y muchos otros miembros de la Sociedad han tenido también el beneficio de ver a uno o dos de Ellos, por lo que todo cuanto estas personas han escrito sirve de amplio testimonio.

Se ha objetado a veces diciendo que quienes vieron o les pareció ver a estos superhombres podían estar soñando o presa de alucinación. Creo que el único fundamento de semejante duda es que muy raras veces hemos visto a los Adeptos mientras ellos y nosotros actuábamos en cuerpo físico.

En los primeros días de la Sociedad, cuando únicamente la señora Blavatsky había educido las facultades superiores, los Maestros solían materializarse de modo que se les pudiera ver, y así se mostraron físicamente en varias ocasiones, según relata la primitiva historia de nuestra Sociedad, aunque conviene advertir que no se manifestaron en cuerpo físico, sino en materializada forma.

Algunos de nosotros los vemos habitual y constantemente durante el sueño, cuando actuamos en el cuerpo astral o en el mental, según el grado de nuestro adelanto, y los visitamos y vemos en cuerpo físico; pero entonces no estamos nosotros en cuerpo de carne y huesos, y este es el motivo de escepticismo de las gentes del plano físico acerca de tales experiencias.

Dicen los escépticos: «Pero como quien vio a esos Seres estaba fuera de su cuerpo físico, y los que se le aparecieron se presentaron fenoménicamente y luego desaparecieron ¿cómo se sabe que en efecto eran quienes decís?»

Hay algunos, aunque pocos casos, en que el Maestro y quien lo vio estaban ambos en cuerpo físico, como le sucedió a la señora Blavatsky, a quien oí decir que había residido algún tiempo en un monasterio del Nepal en donde constantemente vio a tres Maestros en cuerpo físico. Algunos de Ellos han descendido más de una vez en cuerpo físico, de su montañero retiro de la India.

El coronel Olcott atestigua que vio a dos Maestros en aquellas ocasiones. Encontró a los maestros Moría y Kuthumi.

Damodar K. Mavalankar, a quien conocí en 1884, había visto al maestro Kuthumi en cuerpo físico. Otro caso es el de un caballero llamado S. Ramaswamier, a quien conocí por entonces, que había encontrado físicamente al maestro Moría según se lee en el capítulo titulado: De cómo un discípulo encontró a su Maestro, de la obra: Cinco años de Teosofía. Otro caso es el de W. T. Brown, de la Logia de Londres, quien también tuvo el beneficio de ver a un Maestro en análogas condiciones.

También hay en la India gran número de testimonios no recopilados porque quienes veían a los Maestros estaban tan seguros de la posibilidad de verlos que no consideraban necesario registrar ningún caso individual.

Por mi parte puedo asegurar que en dos ocasiones he visto a un Maestro, estando ambos en cuerpo físico. Uno de ellos es el llamado Júpiter en Las Vidas de Alcione, y auxilió a la señora Blavatsky en la redacción de varios pasajes de la famosa obra Isis sin velo cuando la escribía en Filadelfia y Nueva York.

Mientras residía yo en Adyar, el maestro Júpiter fue tan amable que le dijo a mi reverenciado instructor Swami T. Subba Rao, que me llevase a visitarlo. Obedientes a esta invitación fuimos a su casa, donde nos recibió muy afablemente, y tras larga e interesantísima conversación, tuvimos el honor de comer con él, aunque era brahmán, y bajo su techo nos cobijamos aquella noche y buena parte del día siguiente. No cabe admitir en este caso ni la más leve ilusión.

El otro Adepto a quien tuve el placer de encontrar físicamente fue el conde de San Germán, llamado a veces el príncipe Rakoczi. Le vi en muy ordinarias circunstancias, sin previa invitación, como si hubiese sido casual el encuentro, en el Corso de Roma, por donde se paseaba como cualquier caballero italiano. Se me llevó al parque Pinciano y allí estuvimos sentados más de una hora, hablando de la Sociedad Teosófica y su obra, o mejor diré que El hablaba y yo escuchaba, aunque respondía a Sus preguntas.

En diferentes circunstancias he visto a otros miembros de la Fraternidad. Mi primer encuentro con uno de ellos ocurrió en un hotel de El Cairo. Me encaminaba yo a la India con la señora Blavatsky y otras personas, y nos detuvimos algunos días en dicha población. Acostumbrábamos reunimos en la habitación de la señora Blavatsky para trabajar, yo estaba sentado en el suelo, recortando y ordenando para ella unos cuantos artículos periodísticos que necesitaba. Se hallaba la señora Blavatsky sentada junto a una mesa tan cercana que con mi brazo le rozaba las faldas. La puerta del aposento estaba ante nuestra vista, y sin que nadie la abriera, apareció de repente un hombre que se interpuso entre ambos. El sobresalto me hizo dar un brinco y me quedé confuso; pero la señora Blavatsky exclamó jocosamente:

—Si no sabe usted lo bastante para no sobresaltarse de nimiedades como ésta, no adelantará usted mucho en la labor oculta.

Me presentó la señora Blavatsky al recién venido, que a la sazón no era todavía adepto sino arhate, el grado inferior inmediato, pero que hoy es el maestro Djwal Kul.

Algunos meses después de este incidente se nos presentó el maestro Moría lo mismo que si tuviese cuerpo físico. Se paseó por la habitación, donde yo esperaba a la señora Blavatsky que se hallaba en el contiguo dormitorio. Aquella fue la primera vez que le vi clara y distintamente, pues aun no había yo educido mis latentes sentidos lo bastante para recordar lo que veía en cuerpo sutil. En parecidas condiciones vi al maestro Kuthumi en la azotea de la Residencia central de Adyar. Se apoyaba en la balaustrada como si acabara de materializarse en el aire del lado opuesto. También vi varias veces del mismo modo y en la misma azotea al maestro Djwal Kul.

Supongo que no se dará tanto valor a estas pruebas, porque los Maestros se presentaban como apariciones; pero como desde entonces aprendí a usar libremente mis vehículos superiores y a visitar de este modo a los excelsos Seres, puedo atestiguar que Aquellos que en los primeros años de la Sociedad Teosófica se materializaban ante nosotros son los mismos Adeptos a quienes desde entonces he visto en sus propias casas.

Las gentes han insinuado que acaso soñáramos yo y cuantos han tenido las mismas experiencias, pues las visitas se efectúan durante el sueño del cuerpo; pero yo replico a esto diciendo que habría de ser un muy persistente sueño, por cuanto lo tengo desde hace cuarenta años y simultáneamente lo han tenido gran número de gentes.

Quienes deseen reunir pruebas acerca de estas materias, y es un deseo muy razonable, deben consultar la primitiva bibliografía de la Sociedad Teosófica. Si hablan con nuestra Presidente, escucharán de sus labios que ha visto en diversas ocasiones a algunos de estos insignes Seres, y muchos de nuestros miembros darán sin vacilar pleno testimonio de que han visto a un Maestro. Puede ser que durante la meditación vieran Su rostro y más tarde tuviesen prueba concreta de la realidad de Su ser.

Muchas pruebas da el coronel Olcott en su libro: Hojas de un viejo Diario, y hay un interesante tratado con el título ¿Existen los hermanos? escrito por A. O. Hume, quien ejerció altos cargos en la administración civil de la India y colaboró asiduamente con nuestro difunto vicepresidente A. P. Sinnett. Dicho tratado se publicó en la obra titulada: Insinuaciones sobre Teosofía Esotérica.

El señor Hume era un escéptico angloindo, de mente legalista; intervino en la cuestión relativa a la existencia de los Hermanos y aun en aquella temprana fecha reconoció que había abrumadores testimonios de que existían. Desde la publicación de aquél ha aumentado el número de testimonios.

La amplitud e intensidad de la visión y demás facultades resultantes del desenvolvimiento de nuestras potencias latentes, nos ha enseñado por constante experiencia que además de los humanos hay otros órdenes de seres, algunos de los cuales son superiores a nosotros y están en un nivel análogo al de los Adeptos. Entre ellos encontramos los devas o ángeles y otros que se hallan mucho más adelantados que nosotros en todos los aspectos.

Puesto que en el transcurso de nuestro desenvolvimiento hemos llegado a comunicarnos con los adeptos, les hemos preguntado reverentemente que cómo alcanzaron tan superior nivel. Unánimemente responden todos que no ha mucho tiempo estaban en donde ahora estamos nosotros. Se elevaron sobre las filas de la ordinaria humanidad, y nos dicen que con el tiempo seremos lo que Ellos son y que la Vida evoluciona gradualmente en progresión ascendente, mucho más allá de cuanto podemos concebir, hasta identificarse con la Divinidad.

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Autor: C. W. Leadbeater, de su obra Los Maestros y el

domingo, 18 de junio de 2017

VIVIR DESDE EL CORAZÓN.- NO SIEMPRE ES FÁCIL









LA CONDICION HUMANA DE LA IMPRONTA

Su existencia en forma humana significa que la impronta o
acondicionamiento, que usted ha recibido tiene muchas
dimensiones. No es tan simple como la impronta de los patitos.

Hasta cierto punto, todas sus experiencias conllevan a la impronta o acondicionamiento. Su consciencia es muy sensitiva a la vida. Su ADN, sus padres, profesores, hermanos, conocidos, el ambiente, la astrología, vidas pasadas y los medios de comunicación le han acondicionado. Súmele a esto, cada experiencia que haya tenido, y por cierto usted ha tenido una sinfonía de influencias afectando su vida y consciencia en desarrollo.

Afortunadamente, usted no tiene la culpa de ningún acondicionamiento que haya experimentado. Nadie tiene la culpa, o podría decirse que todos son culpables en igual ̥medida, ya que compartimos nuestros acondicionamientos con otros dondequiera que interactuamos con ellos.


Como resultado de todo este acondicionamiento, no siempre es fácil cambiar los hábitos de su consciencia y lograr mirar desde su Corazón o de su vientre. Siempre es simple, pero no siempre lo es. Por ejemplo, si usted creció con padres muy intelectuales o si ha sido premiado por su capacidad intelectual en el colegio o trabajo, la tendencia a mirar desde la mente puede ser especialmente ardua.

Más aún, si se formaron asociaciones negativas relativas a su cuerpo o al lado emocional de la vida, puede ser difícil para usted hacer el cambio hacia ver desde el vientre o el Corazón.

Cuando lo hace, puede experimentar una incomodidad que
bloquea su habilidad de percibir desde ese lugar. Por ejemplo, en vez de tener un sentido de firmeza o fuerza en su vientre, puede sentir lo opuesto—una falta de apoyo y estabilidad allí.

O puede hallar que la consciencia parece reducirse cuando usted se traslada al Corazón por algún dolor o asunto sin resolver que reside en su pecho.

Cuando estas experiencias surgen, no es una señal de que algo vaya mal con usted o su consciencia. Es sólo otra capa de la impronta que se ha acumulado. Usted no hizo nada para colocarla allí; usted sólo la heredó. Le invitamos a simplemente adherirse a su experiencia, no importa que suceda. Si se sumerge un poco y siente carencia, resistencia, dolor o vacío desde más profundo en su Corazón o vientre, esto le permitirá finalmente ver la verdad de aquel dolor o resistencia. Por la vista más completa del Corazón, aquello le parecerá menos significante.

En otros momentos, es necesario mantenerse presente en la
experiencia que está viviendo durante el tiempo que ésta transcurra. Los espacios de dolor, miedo, o aparente carencia en realidad simplemente necesitan de su aceptación y amor.

Con frecuencia, conectarse a ellos es lo único necesario.
También es válido buscar ayuda si resurgen temas difíciles del pasado al practicar estos nuevos niveles de consciencia.
En ocasiones basta con el cariño, atención o presencia de otra persona poder permanecer en la experiencia presente mientras ésta se desarrolla.

COMIENZE DONDE ESTÁ
Si le interesa descubrir la verdad acerca de su consciencia y sus posibilidades, el mejor lugar de comenzar es donde esté la consciencia, y la consciencia siempre está ahí donde está usted.

Después de todo, usted es la consciencia, por tanto ¿donde más habría de encontrar la consciencia más que donde está usted?

La clave de toda práctica espiritual es aplicarla a la experiencia que del momento. Las ideas que surgen acerca de cómo usted necesita ser diferente o las cosas que necesita cambiar, son sólo pensamientos que filtran y moldean su consciencia. Entre tanto, usted está aquí.
Ejercicio: Permita que su consciencia fluya desde el Corazón, cabeza y vientre hasta las condiciones de su existencia de éste momento—hacia las sensaciones que estén presentes, los pensamientos que surjan, las dificultades y hacia cualquier cosa que esté sucediendo ahora mismo. Relájese y simplemente este consciente de lo que sucede ahora mismo—eso es lo único que
existe para estar consciente de ello. Permítase tomar un descanso de tanto intentar cambiar las cosas o tratar de detenerlas. No importa lo que esté sucediendo. Lo importante es desde donde lo percibe, y
ese es el caso hasta para las experiencias más difícilesy dolorosas.

DAR ESPACIO
Cuando le parezca muy difícil, incluso hasta imposible trasladarse hacia su Corazón o vientre y mirar desde allí, otra forma de cambiar a una perspectiva más espaciosa, es simplemente dar espacio a sus experiencias. Usted puede dar espacio a sus sensaciones, pensamientos, sentimientos y a objetos físicos o eventos que ocurran a su alrededor. Puede dar espacio a todo lo que aparezca en su experiencia ahora mismo.
Usted es espacio consciente, ilimitado, así que no necesita escoger las cosas de las que decide ser o no consciente, ni aquello que se permite admitir como parte de su experiencia.


Dele cabida a todo. Imagine ser un multi-trillonario. Tener dinero ilimitado significaría que podría regalar una gran parte y aún no se acabaría. Usted es como un multi-trillonario en lo que concierne al espacio consciente. De veras, es simple, el espacio no puede terminar. Puede dar espacio a todo lo que surja.

Cuando usted cede el espacio necesario a sus experiencias, eso le acerca más a la grandiosidad de su Ser, el cual se alberga en el Corazón. Imagine el espacio fluyendo hacia y alrededor de objetos y sensaciones, o simplemente perciba que ya existe suficiente espacio para ellos. Una prueba sencilla para determinar si hay espacio para algo es ver que existe: Si algo existe, entonces debe haber suficiente espacio para su existencia.

Ejercicio: Intente ceder espacio a cada aspecto de su experiencia. Imagine el espacio fluyendo hacia esos aspectos, alrededor de ellos. O sencillamente perciba que los objetos y eventos a su alrededor y dentro de sí, ya tienen suficiente espacio para existir. Dele espacio a su cuerpo y a sus sensaciones, como son.

Dele cabida a sus pensamientos, sentimientos y deseos. De espacio a los objetos en la habitación. De espacio a los sonidos que aparezcan en su ambiente. De mucho espacio a todo aquello que perciba en el momento.

¿Cómo se siente? ¿Se siente libre y espacioso cuando cede espacio a todo?

No hay necesidad de ser tacaño —dele a cada cosa el espacio que necesita y más.

Si algún aspecto de su experiencia parece difícil o incomodo, entonces dele aun más espacio. Imagine que usted cede mucho espacio a esa dificultad o incomodidad que le afecta, tanto espacio como el que abarca su vecindario.

¿Qué sucede? ¿Qué tal si cede un espacio del tamaño del país en el que habita? ¿O todo el espacio del mundo o del sistema solar? ¿Qué tan importe parece ahora?

¿Qué más nota acerca de esa dificultad al cederle más espacio?

Puede ser útil practicar dando espacio a algo neutral como un mueble o al canto de los pájaros. Una vez logre la capacidad de dar espacio a sus experiencias, puede practicar cediendo espacio a aspectos más difíciles o dolorosos de su vida.

No se preocupe demasiado sobre lo que significa “dar espacio a algo.” Aún si la práctica de dar espacio es principalmente intelectual al inicio, de todos modos lo pondrá más a tono con ese espacio. Y como ese espacio consciente es usted, también le pone más en contacto con su verdadera naturaleza.

Muchas veces, nos sentimos limitados. Pensamos que hay un límite de tiempo y de consciencia disponible, por eso sentimos la necesidad de escoger aquellas cosas a las cuales dedicamos nuestra consciencia. Tratamos de restar consciencia a eventos y circunstancias que no nos gustan ni deseamos, y nos enfocamos en aquellas que si deseamos.

La clave es dar espacio y consciencia a todo. Usted puede dar espacio tanto a sus pensamientos como a sus sensaciones.
Puede dar espacio a eventos externos y a los sentimientos que
evoquen internamente. Puede dar espacio al sentido de entusiasmo y a la sensación de temor creada por el mismo evento, también a las dudas o preocupaciones que tenga sobre ello y a las memorias que resurgen en medio de todas estas otras reacciones. Siempre puede dar espacio a esto, aquello y a todo lo demás.

Ejercicio: Note algo que sucede en su ambiente, o en su vida ahora mismo. Mientras cede espacio a esto, también dele espacio a los pensamientos que aparecen en su mente. Simultáneamente, de espacio a sentimientos y deseos que surjan al pensar en esa situación. De todo el espacio necesario y más, para estos eventos y las reacciones internas que puedan surgir.

El espacio no se le terminará. Mientras ceda espacio a estas cosas, también de espacio a todo lo demás en su ambiente: otras personas, a eventos y objetos, al igual que a pensamientos y sentimientos aún cuando no tengan relación con la experiencia inicial.


Advierta que puede seguir dando más y más espacio a aquello que compone su vida y su experiencia. ¿Cómo se siente eso? ¿Está solamente percibiendo desde su cabeza ahora, o desde su Ser completo, incluyendo su Cabeza y vientre?

La mayoría de las veces puede simplemente descender y mirar desde el Corazón y/o el vientre; el flujo de espacio consciente ocurrirá de forma natural. Sin embargo, cuando sienta que no puede dejar de pensar con su cabeza, entonces para aligerarse, dele más espacio a esa experiencia. Luego vea si puede descender más fácilmente hacia su Corazón y vientre.

Ceder espacio es otra forma de conectarse con la consciencia espaciosa que es usted. Al darle más espacio a su experiencia, la consciencia se transfiere de forma natural a su Corazón y vientre.

CUANDO DETENERSE
El propósito de estos ejercicios es ponerle más en contacto con su esencia natural como espacio consciente. Una vez experimente el potencial de transformar su experiencia mirando a través del Corazón, simplemente puede reposar y permitir que la consciencia se mueva de la forma natural que desee. Usted sigue siendo espacio consciente sin importar desde donde fluye o cómo está siendo moldeado por su cabeza, Corazón o vientre.

¿Cómo sabe usted cuando estos ejercicios han cumplido su propósito y es tiempo de reposar y permitir la libre y natural
expresión de la consciencia? Un indicador simple es si, en
ausencia de cualquier demanda particular de consciencia, su
consciencia fluye de forma natural desde el Corazón y lugares más profundos, y hacia la profundidad del Ser mismo.

Ya que hay tanto momentum creado cuando se mira desde la cabeza, es importante practicar formas alternativas de mirar. Pero una vez estén bien establecidos los nuevos hábitos de mirar desde el Corazón y el vientre y de darle espacio a las cosas, y cuando usted se vea haciendo esto más frecuentemente que mirando desde la cabeza, entonces ya no habrá necesidad de mas practica ya que ocurrirá de forma natural. El tiempo necesario para lograr esto varía.

La vida está llena de retos, oportunidades y misterios profundos. ¿Por qué no traer todas las capacidades de su Ser a este increíble viaje llamado vida? Pero recuerde, la meta final es simplemente reposar en el Corazón; es su verdadera casa.