Existe una vasta diferencia entre un comportamiento revolucionario y uno evolucionario; el comportamiento revolucionario fabrica un futuro reaccionando al pasado, mientras que el comportamiento evolucionario entra hacia lo desconocido respondiendo al momento presente.
El comportamiento revolucionario es un enfoque en el que usamos los mismos medios para intentar transformar nuestra experiencia, que los medios que percibimos que mantienen nuestro presente estado de incomodidad. Por ejemplo, podemos usar violencia como un medio para superar lo que percibimos que está inflingiendo violencia sobre nosotros. La consecuencia es que “el revolucionario” imita y por lo tanto se convierte en la misma esencia de aquello que busca resolver.
Fonéticamente, este predicamento es evidente en la palabra, “revolución”, como en “moverse en círculos alrededor en un círculo”. El comportamiento revolucionario es una rueda predecible de comportamiento reactivo que se revuelve y regresa, asegurando que la víctima inevitablemente se transforme en el vencedor. Al adoptar este comportamiento reactivo que conduce a convertirse en un vencedor, uno automáticamente da nacimiento a nuevas víctimas que en algún punto en el tiempo buscan su propia emancipación revolucionaria. Por lo tanto, a largo plazo, el acto de revolución sirve a la intención de la energía que busca mantener un estatus quo opresivo. Cuando usamos los mismos medios, invariablemente apoyamos y manifestamos el mismo resultado.
Es por esto que el acto de la revolución no inicia una paz y una armonía auténticas; solo siembra un conflicto inevitable y el subsecuente renacimiento de estados continuos de revolución. La revolución es por lo tanto una herramienta sutil de opresión, usada para mantener un estado de opresión. Es por esto que un brote de comportamiento revolucionario en cualquier sociedad, siempre es secretamente instigado, fundado y apoyado por la misma conciencia opresiva que busca resolver.
El comportamiento evolucionario es diferente porque sus medios de transformación son completamente ajenos al comportamiento de las energías que se perciben como las causantes de mantener el estatus quo opresivo. El comportamiento evolucionario es responsivo, no reactivo. No se involucra en, ni inicia ningún conflicto en contra de nada y por lo tanto no perpetua el conflicto. Neutraliza el conflicto al no apreciarlo. Mientras que el comportamiento revolucionario busca hacer ajustes externos controlando o sedando una experiencia, el comportamiento evolucionario inicia solo un ajuste interno. Debido a que los medios de los evolucionarios son completamente diferentes a los revolucionarios, los resultados que inician no son predeciblemente revolventes, ni regresan, ni se vuelve a entrar a la misma experiencia desde la cual se partió. El comportamiento evolucionario inicia una transformación completa y duradera.
Los dinosaurios peleando unos contra otros es revolución.
Los dinosaurios convirtiéndose en águilas, es evolución.
Existe un mundo energético interno que no puede ser percibido con nuestros ojos físicos o nuestros conceptos mentales. Pero, existe, tiene su propia realidad, e impacta profundamente cada aspecto de nuestra experiencia mental y física en cada momento. Nos impacta porque opera desde el punto causal de nuestras experiencias actuales. Mientras no tomemos responsabilidad conscientemente por nuestras experiencias, este mundo energético invisible dirige el espectáculo “tras bambalinas”. Debido a que no podemos percibir este arreglo, parece que nuestro mundo externo es accidentalmente caótico. Parece que los eventos a nuestro alrededor nos están sucediendo a nosotros, están “fuera de nuestro control” y por lo tanto nosotros somos las víctimas de las circunstancia externas que necesitamos superar.
Este mundo invisible es el reino energético, el mundo de energía en movimiento, el mundo emocional; un mundo que solo es posible conocer a través de despertar una conciencia del cuerpo emocional. La conciencia del cuerpo emocional es una “percepción-sentida”. Es la habilidad para sentir las consecuencias de nuestra presencia en este mundo; es ser conscientes del impacto de nuestros pensamientos, palabras y acciones, incluso antes de que los pongamos en juego. La percepción- sentida nos permite sentir nuestra conexión absoluta con toda la vida, sin importar qué forma encarne. Funcionar desde una percepción sentida, o una conciencia del cuerpo emocional, es lo mismo que funcionar desde el corazón. Este mundo energético es el corazón de la materia.
Conforme dejamos nuestra experiencia de la niñez y entramos en “el mundo adulto” nos estamos despojando automáticamente de la conciencia del cuerpo emocional y estamos entrando principalmente a un estado de “percepción-pensada”, en la que nos volvemos mentalmente hipnotizados y físicamente traspasados por nuestras experiencias externas. Subsecuentemente entramos a una experiencia del mundo en la que solo percibimos el efecto y no la causa. En consecuencia, abrazamos erróneamente al mundo físico como el punto causal de todas nuestras experiencias (ver se convierte en creer) y basamos la validez de nuestras experiencias en nuestra habilidad para comprenderlas mentalmente. Si los mecanismos de una experiencia no nos son visibles, y no podemos comprenderlos mentalmente, automáticamente los descartamos como “no reales”. Es por esto que el mundo energético, el mundo interior que no podemos percibir con nuestros ojos físicos o analizar con nuestros conceptos mentales, es fácil de descartar como no-existente.
Un revolucionario es un humano que cree y se comprota como si “el efecto fuera la causa” porque están ciegos al mundo energético interno de la causalidad. Un revolucionario observa las circunstancias físicas del mundo y las analiza mentalmente, y basado en estos medios limitados de percepción, intenta hacer cambios causales en su experiencia. Un revolucionario por lo tanto ve los sistemas políticos, religiosos y económicos como los puntos causales de las condiciones que lo decepcionan. Ellos creen que cambiando física y mentalmente estos, sus circunstancias de vida mejorarán; que la paz puede lograrse a través del reajuste de las circunstancias físicas y abrazando filosofías mentales específicas. Ellos creen tanto en esto que están dispuestos a pelear, morir, y sacrificar las vidas de otros para lograr estos cambios.
Los revolucionarios son siempre ineficientes.
Ningún revolucionario tiene éxito jamás, porque la paz no puede hacerse real por medio del arreglo de circunstancias físicas, ni a través de filosofar mentalmente. Lo que un revolucionario no puede percibir, porque no tienen conciencia de su cuerpo emocional, es que la paz es “un sentimiento” – una frecuencia – una circunstancia energética que existe en todas partes, todo el tiempo. La paz no puede ser fabricada física o mentalmente. No puede ser forzada. La paz ya existe; es parte de la estructura de la creación. La paz ya está otorgada, es constante y eterna. Siempre ha sido, es y siempre será.
Cuando no somos capaces de percibir la paz, es porque su resonancia ha sido oscurecida por una experiencia energética desequilibrada; un bloqueo emocional que irradia a través de nuestra experiencia mental y hacia nuestra experiencia física. Hemos etiquetado la manifestación emocional, mental y física de esta disfunción energética como “conflicto”. Cuando separamos cualquier conflicto que sucede entre humanos en cualquier parte del mundo, sacando a todos los humanos involucrados en el conflicto, la paz es evidente. Cualquier ambiente natural libre de humanos que están en conflicto consigo mismos y por lo tanto con otros, es automáticamente pacífico.
La paz no requiere de la presencia de humanos.
Un ambiente no requiere de la presencia de los humanos para alcanzar la paz; hay paz en la luna. Es la externalización del conflicto humano interno lo que oscurece la paz que siempre ha estado presente. Un revolucionario no puede comprender esto y por lo tanto usa el conflicto como una herramienta para imponer un concepto mental o una circunstancia física que cree que impondrá la paz. El conflicto, por su propia naturaleza, siempre deja conflicto a su paso. La única condición en la cuál el conflicto conduce a la paz, es cuando el conflicto se come a sí mismo hasta que ya no hay puntos sobre los cuales anclarse a sí mismo. Un conflicto que estalla hasta un punto en donde aniquila a todos los humanos del planeta, es aquel que restaura la paz. Este constituiría un enfoque revolucionario.
En la actualidad tenemos cuatro experiencias mundiales distintas en este planeta; la vibratoria, la emocional, la mental y la física.
Cuando anclamos nuestra conciencia en la vibratoria, nuestra conciencia incluye a las expresiones emocionales, mentales y físicas de nuestra conciencia vibracional.
Cuando anclamos nuestra conciencia en la emocional, nuestra conciencia incluye las expresiones mentales y físicas de nuestra conciencia emocional, pero no es consciente de la espiritual.
Cuando anclamos nuestra conciencia en lo mental, nuestra conciencia incluye la expresión física, pero es inconsciente de la emocional y la vibratoria.
Cuando anclamos nuestra conciencia en lo físico, nuestra conciencia permanece inconsciente de lo mental, lo emocional y lo vibratorio.
La condición actual de la humanidad es que la gran mayoría de nosotros en este momento tenemos nuestra conciencia anclada en lo mental y/o lo físico, y por lo tanto no somos conscientes de lo emocional y somos completamente inconscientes de lo vibratorio.
Cuando nuestra conciencia se ancla en lo mental y/o lo físico, los mundos emocional y vibratorio no existen para nosotros como algo real.
Debido a que el reino emocional en este tiempo es el punto causal de nuestras experiencias, y debido a que la mayoría de nosotros no puede percibir actualmente que esto es así, abunda la mentalidad del vencedor y la víctima. Nuestra experiencia del mundo por lo tanto parece ser una serie de eventos que nos están sucediendo, caóticamente, aparentemente fuera de control, y sin ningún significado u orden. Debido a que no hay un punto causal aparente para nuestras experiencias, cuando tenemos nuestra atención anclada en los reinos mental y/o físico, recurrimos reactivamente a culpar a otros como una herramienta para buscar comodidad dentro de este caos aparente. Nos percibimos como víctimas y reaccionamos a este estado intentando convertirnos en vencedores. Es por esto que actualmente es aceptable el comportamiento de intentar cambiar nuestras circunstancias personales, recurriendo a actividades revolucionarias; haciendo reactivamente ajustes externos para conceptos mentales aparentemente opresivos y condiciones físicas.
Conforme continuamos embarcándonos en este sendero revolucionario reactivo, lo hacemos motivados por la idea de que las creencias políticas, religiosas y económicas particulares que estamos intentando imponer a través de nuestro comportamiento reactivo, son la respuesta a cualquier condición en la que experimentamos incomodidad e insatisfacción. Por lo tanto desvergonzadamente tomamos partido, culpamos a otros, y subsecuentemente matamos en el nombre de imponer nuestra versión de la paz. Este enfoque es ilusorio; es revolucionario. Ubica nuestras experiencias de vida sobre una rueda de la fortuna predecible que nos lleva justo de vuelta al corazón del conflicto que buscamos resolver. Hasta que podamos percibir esto claramente, y elijamos movernos más allá de dicho comportamiento ilusorio, no evolucionamos – solo revolucionamos.
Ser un revolucionario es tan inútil como convertirse en un pacifista. Los pacifistas también son reactivos; representan el extremo polar opuesto del comportamiento revolucionario.
Los pacifistas son revolucionarios deprimidos.
Los pacifistas eligen reactivamente no participar, y por lo tanto se retiran de cualquier relación co creativa con su experiencia. En lugar de creer que su experiencia les sucede a ellos, los pacifistas se comportan como si su experiencia no les estuviera sucediendo en absoluto. Son igualmente delirantes y la consecuencia de dicho comportamiento irresponsable, o esta postura de negación, inevitablemente siembra la mentalidad de víctima. En algún punto en el tiempo esta mentalidad de víctima despierta reactivamente hacia un comportamiento revolucionario y por lo tanto el pacifismo también apoya inconscientemente el conflicto externo que brota de la negación de la responsabilidad personal.
El pacifismo no debe ser confundido con “indefensión” como es practicado por ciertos linajes Budistas o espirituales. La auténtica indefensión no es pacifismo. El estado de indefensión solo se convierte en pacifismo cuando incorpora “la negación de la responsabilidad personal por la calidad de la propia experiencia”. La indefensión auténtica no es pasiva, en tanto que abraza consciente, activa y consistentemente la responsabilidad personal por la calidad de la propia experiencia y actúa internamente desde este estado de ser, sobre el punto causal desde el que fluye toda consecuencia. La indefensión auténtica es una actividad energética interna que se percibe exteriormente como quietud, porque no inicia una reactividad mental o física perceptible. El pacifismo, aunque externamente parece quietud, siempre es una reacción a las circunstancias externas, y toda la quietud externa exhibida por este comportamiento reactivo, es solamente un estado disfrazado de parálisis emocional interna.
Los revolucionarios y los pacifistas se comportan como lo hacen, porque son emocionalmente inmaduros y por lo tanto débiles.
Nuestro cuerpo emocional está actualmente en el proceso de experimentar un cambio tan extraño para nuestra conciencia, que no existe una coyuntura en nuestra historia humana presente, que podamos usar como un barómetro para comprenderlo. Este cambio se está incrementando exponencialmente y está causando oleadas energéticas masivas en nuestro cuerpo emocional, que son irradiadas hacia nuestras experiencias mentales y físicas. Mientras permitimos puntos inconscientes de conflicto dentro de nuestro cuerpo emocional, que impiden que estas oleadas de energía fluyan libremente, estos cambios vibratorios en aumento se manifiestan en nuestra experiencia como una confusión mental y un caos físico en incremento. Si no limpiamos conscientemente nuestras obstrucciones emocionales internas, la confusión mental subsecuente y el caos físico conducen hacia una consecuencia singular inevitable: la pérdida de nuestra forma física. Conforme se despliega este periodo de cambio vibratorio, la inhabilidad de la humanidad para integrar esta experiencia interna, se percibirá como un índice en aumento de experiencias de muerte sobre el planeta. Es posible que hasta dos tercios de la humanidad puedan perder la vida, simplemente por una inhabilidad para procesar las emociones no integradas.
Debido a que la mayoría de nosotros en la actualidad tenemos nuestra conciencia anclada en lo mental y/o lo físico, este cambio vibratorio en despliegue se presenta ante nosotros como “un cataclismo sin límites”. Se nos presenta como:
Fluctuaciones climáticas impredecibles y en escala.
Desestabilización de sistemas políticos.
Diferencias religiosas masivas.
Colapso económico amenazador.
Hambruna generalizada.
Plaga, pobreza y el surgimiento de enfermedades misteriosas y sin tratamiento.
Debido a que la mayoría de nosotros tiene su conciencia anclada en lo mental y/o lo físico, asumimos que podemos contrarrestar este cambio interno reflejado afuera, a través del ajuste de las filosofías mentales y las circunstancias físicas; a través de un comportamiento revolucionario. Esto, sin embargo, es imposible y solo exagera la experiencia. En consecuencia, dentro de un periodo corto de tiempo, el comportamiento reactivo revolucionario tiene el potencial de volverse tan inconsciente y exagerado, que puede incluso intentar exterminar largas porciones de humanidad en el nombre de lograr la paz y la armonía. Todo comportamiento revolucionario, incluyendo el pacifismo, es auto-destructivo. Todos estos intentos por ajustar las manifestaciones religiosas, políticas y económicas de nuestras experiencias internas, como medios para sedar y controlar este cambio vibratorio en escala, son inútiles. El comportamiento revolucionario infructuoso.
Si tuviéramos la perspicacia para saber con absoluta certeza, que cuatro de cada seis personas que vemos ahora no serán capaces de mantener la integridad de su vehículo físico durante los próximos pocos años, ¿continuaríamos comportándonos en la misma forma reactiva que siempre nos ha conducido hacia la desarmonía dentro de nuestra propia experiencia física, mental y emocional? ¿Reaccionaríamos a esta idea o buscaríamos evolucionar responsablemente a través de esto?
Si continuamos involucrándonos en el conflicto externo no tendremos oportunidad de permanecer conscientes a través del cambio vibratorio que se está desplegando. Si no nos hacemos vulnerables a integrar la inconciencia que dirige nuestras experiencias proyectadas de miedo, ira y dolor, continuaremos manifestando experiencias emocionales, mentales y físicas que culminarán inevitablemente en la pérdida de nuestro cuerpo físico. No hay nada que podamos hacer externamente para detener este cambio vibratorio interno, y en esta luz, la práctica Budista auténtica de la indefensión es extremadamente útil ahora; no como un medio para escapar hacia algún Nirvana, sino como una herramienta para abrazar el momento presente tan conscientemente como sea posible.
No podemos permitirnos el uso de los mismos medios de conflicto, en un intento por defendernos de cualquier conflicto que percibimos que nos persigue desde el mundo exterior. Todos los intentos por hacer esto nos conducirán hacia manifestaciones ilusorias que solo sirven para apoyar el comportamiento delirante. Todo conflicto externo que percibimos presentemente en nuestra experiencia de vida, haciéndose visible por el hecho de que nos detona emocionalmente, ya sea que lo percibamos física, mental o emocionalmente, es un reflejo de nuestra propia inconsciencia desintegrada. Atacar estos reflejos es revolucionario y negar su existencia es pacifismo. Ninguno de estos caminos de comportamiento nos pueden conducir a través de esta experiencia humana presente, ya que ambas son reactivamente extremistas y subsecuentemente propagan el desequilibrio.
Conforme escala esta era de evolución, el mundo a nuestro alrededor insistirá en que elijamos y unos unamos a un bando para combatir o defendernos contra los predicamentos externos en escala, en incremento y aparentemente terroríficos. Pero, si lo hacemos, navegaremos hacia una experiencia de muerte física inevitable, en lugar de una experiencia de transformación vibratoria. AHORA es el momento para abrazar “el camino de en medio”, no los extremos.
El camino de en medio se desenvuelve cuando reconocemos conscientemente la experiencia externa mental y física como un reflejo claro de nuestra condición interna. El camino de en medio es una elección de dejar de bailar con los fantasmas del pasado y los del futuro, y en su lugar actuar internamente para restaurar el equilibrio en el punto causal de nuestros conflictos energéticos.
Activamos nuestro viaje sobre el camino de en medio, empuñando nuestro cuerpo emocional, moviendo nuestra atención al aspecto emocional de cualquier experiencia mental y física que detone una incomodidad. Esta práctica responsable y evolucionaria, impide que nuestra atención se proyecte afuera en el mundo como inculpación, y en su lugar cambia nuestra conciencia internamente, para que podamos movernos hacia el punto causal energético de cualquier conflicto percibido. Para sostener exitosamente nuestra atención en el contenido emocional de cualquier experiencia incómoda, tenemos que dejar ir nuestra historia mental y su asociación con nuestras circunstancias físicas externas. Es la presencia de nuestra atención consciente y nuestra intención compasiva, las que inician la transformación de la condición energética desintegrada dentro de nosotros. Esta cualidad de conciencia no es posible cuando elegimos distraernos mentalmente con los reflejos físicos externos, provocados por nuestros bloqueos energéticos internos.
Conforme llevamos nuestra atención al punto causal de nuestras experiencias incómodas, y a través de esta práctica responsable de la presencia consciente, integramos estos puntos de conflicto interno, experimentamos menos y menos una asociación inconsciente con el drama humano que explota en el mundo. En consecuencia, nos convertimos en portales radiantes de paz. Esto protege automáticamente la integridad de nuestra forma física y sirve como una sombra refrescante para el calor del conflicto a nuestro alrededor.
Al integrar nuestros bloqueos emocionales internos, disminuimos los obstáculos dentro del cuerpo emocional que se resisten al cambio vibratorio que se despliega. Esto nos empoderar manteniendo nuestra forma física a través de esta experiencia evolutiva completa. El camino de en medio por lo tanto, no acepta un comportamiento antagónico o sumiso; hace un llamado para una acción madura, responsabilidad personal, alerta dispuesta, y una conciencia continua de presencia dentro de cada momento de nuestra experiencia de vida. El camino de en medio no es para el débil; es invisible para el revolucionario y el pacifista.
Muchos de nosotros entramos al PROCESO DE LA PRESENCIA impulsados por nuestros problemas físicos, mentales y emocionales. Pero pensando que este procedimiento, esta tecnología integradora energética, solo es para la resolución de nuestros problemas personales, creyendo que el Trasbordador Espacial está diseñado para llevar pasajeros de Londres a Francia. EL PROCESO DE LA PRESENCIA es más grande que los confines de nuestras historias personales; es una herramienta que nos empodera para participar conscientemente en el proceso evolutivo de nuestra familia humana.
EL PROCESO DE LA PRESENCIA los lleva más allá de un comportamiento revolucionario y un pacifismo, hacia el nivel de responsabilidad requerido para navegar nuestro camino a través de la experiencia más extraordinaria que enfrentará nuestra familia humana en la historia registrada. Nos lleva más allá de los límites de nuestros sistemas políticos, religiosos y económicos, transformándonos de reactores a respondedores. Cambia nuestra conciencia desde estar distraídos por las ilusiones de lo que vemos sucediendo afuera, hacia volvernos vulnerables con la claridad emanando desde adentro. El cambio de comportamiento desde la reacción a la responsabilidad es esencial para nuestro salto evolutivo presente.
No importa si logramos la limpieza total de nuestro cuerpo emocional, si perdemos esos pocos kilos de peso con los que estamos actualmente obsesionados, o si logramos neutralizar completamente la ira que sentimos regularmente hirviendo debajo de la superficie de nuestra experiencia.
No vamos a perder nuestro vehículo físico porque no nos estemos comportando perfectamente; solo lo perderemos porque no estamos eligiendo comportarnos responsablemente.
En esta luz, todo el que entre y complete EL PROCESO DE LA PRESENCIA (cuando menos dos veces es recomendado), y que continúe tomando responsabilidad por la calidad (contenido emocional) de sus experiencias, se equipa exitosamente para navegar a través del periodo transitorio que ahora experimentamos. Esto es verdad para todos los procedimientos de limpieza emocional que transforman nuestro comportamiento desde la reacción hacia la respuesta. EL PROCESO DE LA PRESENCIA no es el único de tales procedimientos actualmente disponibles en el planeta. Sería arrogante e ingenuo hacer una suposición así. Sin embargo, si este procedimiento particular nos funciona, entonces dediquémonos a explorarlo con lo mejor de nuestra habilidad.
Nuestro cuerpo físico actual es el único vehículo equipado para llevarnos conscientemente a través del puente que nos conduce desde el estado de inconsciencia de nuestra antigua y moribunda especie humana, hacia un nivel de conciencia que altera por siempre el viaje humano como lo percibimos actualmente. A este respecto el cuerpo físico es nuestro medio de transporte, el cuerpo mental nuestra herramienta de navegación, y el cuerpo emocional nuestra fuente de combustible. De acuerdo a esto, se nos dan estas recomendaciones:
Adoptar prácticas que nos empoderen para entrar al cuerpo físico tan plena y consistentemente como sea posible.
Empuñar consciente y responsablemente nuestro cuerpo mental, poniendo nuestra atención en lo que sea que busquemos apreciar (para hacer más a través de la gratitud), que involucra cambiar conscientemente nuestra atención lejos de todo lo que apoya la reactividad inconsciente.
Integrar consistentemente nuestros bloqueos emocionales conforme salen a la superficie de nuestra conciencia.
Permitir que todas nuestras experiencias emocionales entren a nuestro campo de conciencia sin juicio o preocupación, para que esta colección de vocabulario emocional en incremento constante, se vuelva parte del combustible disponible para iniciar y facilitar nuestro movimiento hacia estados expandidos en incremento de conciencia vibratoria.
Cuando sea que el juicio y la preocupación emerjan en nuestra experiencia, tomar la responsabilidad de morir conscientemente a estas historias y disolver las ilusiones que mantienen, integrando las cargas emocionales apegadas a ellas.
Desistir de interferir (entrar al miedo) en otros, tratando de “salvarlos”, tratando de “ayudarlos” sin su petición, e intentando “explicarles lo que está sucediendo” a quienes se encuentran dentro de nuestra experiencia y que no tienen un contexto para dicha conciencia, y que por lo tanto no están buscando nuestras opiniones o consejos.
Conversar siempre trae conflicto, ansiedad, confusión y miedo.
Recuerden que la mayoría de la humanidad actualmente tiene su conciencia anclada en lo mental y/o lo físico, y por lo tanto los reinos emocional y vibratorio permanecen invisibles. Es con nuestro ejemplo que impactamos la conciencia y subsecuentemente el comportamiento de otros, no nuestras palabras, conceptos o “buenas intenciones”.
La evolución es la consecuencia de la alquimia auténtica; de “hacer en nosotros lo que queremos que otros hagan”.
El AHORA es un momento de profunda gratitud; por la apreciación de los niveles en escala de la conciencia vibratoria que estamos experimentando actualmente. AHORA es el tiempo para saborear la siguiente realización:
La Presencia Divina que nos guía conscientemente a través de este mismo momento, nos está invitando a entrar en la reverencia de nuestra circunstancia presente, de forma que nos empodere para viajar más allá de la necesidad de la validación externa, hacia las alas de la fe interior inquebrantable.
Sobre las alas de nuestra fe volamos hacia el abrazo de “ningún orden de dificultad” y activamos vivencialmente el milagro de “estar en el mundo pero no ser de él”
“¡Viva la evolución!”
“¡Viva la evolución!”
Michael Brown
www.thepresenceportal.com
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