¿Qué explica? Pues que, muy a menudo,
el hacer produce exactamente el resultado contrario al querido por la mente.
El amor… Cuando llega a tu vida, ¿cómo llega? ¿Puedes acaso forzarlo?; ¿puedes hacer algo para provocar enamorarte de alguien o que alguien se enamore de ti?; ¿puedes violentarlo sin transformarlo en algo mecánico y superficial, en algo muy distinto a ese amor que deseas?
El sueño… Es de noche y tratas de dormir. ¿Qué harás para conseguirlo? Cualquier cosa que hagas tendrá justo el efecto contrario porque cualquier actividad, cualquier esfuerzo, irá en contra del sueño...
La única manera de
entrar en el sueño es no hacer nada. Y si el sueño no viene, aguarda a que
llegue lo más tranquilamente posible: cualquier cosa que hagas solo servirá
para retrasarlo.
Intentas recordar el nombre de alguien…
Intentas recordar el nombre de alguien…
Sientes que lo tienes en la punta de la
lengua, pero, cuanto más lo intentas, menos lo consigues. ¿Qué hacer? Nada, no
hagas nada, deja de esforzarte, olvídate del asunto. Y entonces, de repente,
cuando menos te lo esperes, el nombre aparecerá en tu memoria.
Son ejemplos simples de lo que sucede con muchas cosas de la vida… Tu mente y el ego se empeñan en hacer y tú le sigues el juego. ¿Qué logras con ello? Lo contrario de lo pretendido…
Pasa hasta con la iluminación. Cuanto más la persigas, más te alejarás de ella. No en balde, la iluminación es la comprensión profunda de la innecesariedad de la iluminación. No tienes que hacer nada para iluminarte: es lo que eres, es imposible que no estés iluminado. ¿Por qué no lo ves? Debido a que haces cosas para alcanzarla y con ello solo consigues nublar tu consciencia y tu mirada… Y buscas maestros y gurús y te vas tras esto y aquello: alguna técnica, algún curso, algún viaje, algún mantra con que iluminarte... ¡Qué pérdida de energía; cuánta ignorancia! ¿Quieres saber el único mantra que te abrirá la puerta de la iluminación que ya luce en ti? Apúntalo bien y para siempre: menos voluntad y más fluidez.
Sí, así de sencillo: menos esfuerzo y más relajación, más
liberación. Es por esto que Rumi afirmó: “quien no escapa de la voluntad,
carece de Voluntad”. Y San Juan de la Cruz lanzó un mensaje similar, que venía
a decir que quien no escapa del esfuerzo, para nada se esfuerza… La iluminación
nunca se alcanza, ocurre. El que vive la Iluminación es quien no está tratando
de conseguirla, aquel que no tiene meta…
¡No hagas nada ni persigas nada y desde lo más hondo de lo que eres brotará el amor, el sueño, el nombre que no recordabas… y hasta la iluminación! Cualquier cosa que hagas irá justamente en contra… Deja que las cosas ocurran, no las fuerces; fluye, vive, libérate de todo esfuerzo, de todo afán, de toda inquietud, de toda expectativa…
Es tan simple… Pero estás aferrado a la mente y
sometido al mando del piloto automático del ego, que se alimenta de la acción.
Y por ello, para ti hacer es fácil, –por muy duro que sea–, y no hacer es
difícil –por muy cómodo que sea–. Si lo comprendieras, no sería así… No hacer
no requiere cualificación ni práctica alguna; el hacer, normalmente, sí. Es por
eso que la iluminación puede acontecer en cualquier momento, porque no es cuestión
de cómo alcanzarla, sino de cómo permitirla.
Flota en el Río de la Vida… Abandónate, ríndete, no antepongas tu voluntad. Deshazte de todos tus conocimientos, porque solo te son necesarios cuando tienes que hacer algo. Deja de ser ese personaje artificial que la mente y el ego han fabricado: tu pequeña historia personal; tu personalidad; esto o aquello que imaginas ser; todo lo que consideres tus creencias; todo lo que concibas desde el “yo”, “me”, mí”, “mío” o “mi”. Y permite que se mueva tu energía interior… Siéntela y síguela adonde quiera que te lleve.
Para ello no precisas de ninguna técnica, de ningún saber hacer… Simplemente, cuando ya no estás ahí, ocurre. Y nunca va a sucederte a ti, al “yo”… Cuando cesas de identificarte con el “yo” físico, mental y emocional; cuando bailas, pero no hay un bailarín; cuando observas, pero no hay un observador; cuando amas y no hay un amante… Entonces, sólo entonces, ¡ocurre!...
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Empeñarse en hacer y conseguir cosas
sin entender que, muy a menudo, el hacer produce exactamente el resultado
contrario al querido por la mente. ¿Cómo llega el amor a tu vida?, ¿cómo el
sueño al acostarte?, ¿cómo ese nombre que no terminas de recordar y tienes en
la punta de la lengua…? Con el esfuerzo no lograrás enamorarte, ni que se
enamoren de ti, ni conciliar el sueño, ni acordarte de ese nombre… Al
contrario, cuanto más te esfuerces y empeñes, más te alejarás de conseguirlo.
Pero para ti hacer es fácil –por muy duro que sea– y no hacer es difícil –por
muy cómodo que sea– porque vives bajo el mando del piloto automático del ego,
que se alimenta de la acción.
Dejar que las cosas ocurran, sin forzarlas; liberarse de todo esfuerzo, afán, inquietud, expectativa: darse cuenta de que cualquier cosa que hagas irá justamente en contra… No persigas nada y desde lo más hondo de lo que eres brotará el amor, el sueño, el nombre que no recordabas y hasta la iluminación. Es tan simple… No hacer no requiere cualificación, ni práctica alguna, ni conocimientos, que solo te son necesarios cuando tienes que hacer algo… Simplemente, permite que se mueva tu energía interior. Siéntela y síguela adónde quiera que te lleve.
Dejar que las cosas ocurran, sin forzarlas; liberarse de todo esfuerzo, afán, inquietud, expectativa: darse cuenta de que cualquier cosa que hagas irá justamente en contra… No persigas nada y desde lo más hondo de lo que eres brotará el amor, el sueño, el nombre que no recordabas y hasta la iluminación. Es tan simple… No hacer no requiere cualificación, ni práctica alguna, ni conocimientos, que solo te son necesarios cuando tienes que hacer algo… Simplemente, permite que se mueva tu energía interior. Siéntela y síguela adónde quiera que te lleve.
Mantente siempre alegre y no te
inquietes por nada. Y goza de la vida tal como fluya –sin juicios, sin quejas,
sin opiniones…– y mientras dure en este plano humano. Ya eres todo, no
pretendas alcanzar nada: ninguna meta, ninguna utopía, ninguna vida o mundo
mejor… Vive el aquí-ahora, la vida misma, y no pienses en el mañana; no ciegues
la consciencia con esa droga llamada futuro. ¿A dónde vas?; ¿de quién huyes? Es
todo tan fácil…
La utopía ya ha ocurrido, ya eres todo lo que tu corazón puede
anhelar, la meta está aquí y ahora. ¿No lo ves? Confía, respira, flota…
Desténsate, desangústiate, elimina de ti tanta desazón, tanta ansiedad, tanto
estrés, tanta neurosis, tanto sufrimiento… Y para ello no tienes que hacer
nada. La única cuestión es cómo dejar de preocuparte y cómo empezar a vivir.
¡Sé un vividor! Permite que las cosas ocurran por sí mismas; no quieras imponer
tu propia manera.… Disfruta mientras seas. Y al disfrutar, de repente, te das
cuenta: esta es la fuente original. Has tocado la vida infinita y eterna: lo
que eres, lo que es.
Texto extraído del libro Sin mente,
sin lenguaje, sin tiempo, del que es autor Emilio Carrillo.
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