viernes, 10 de julio de 2015

VIVIR EN EL TEMOR Publicado por Tahíta




El amor está más allá de la mente. Sin embargo, una mente capaz de ponerse a su servicio está potencialmente disponible en cada uno de nosotros

Jorge Lomar



El Vacío que hemos dejado entre nosotros, cada cual con su piel-frontera, inunda nuestro corazón de soledad y reclama amor a gritos, un regreso a casaque nuestra alma anhela.

Jorge Lomar



VIVIR EN EL TEMOR



Sin lugar a dudas, lo que es realidad para nuestra mente, es lo que experimentamos internamente como realidad, es decir, lo que sentimos, independientemente de aquello que tradicionalmente llamamos lo de afuera. Puede ser que haya un sol precioso y un clima perfecto. Si nuestra mente está atormentada, tendremos un día tormentoso. 


Por tanto,  es más preciso hablar de experiencia que de realidad. La realidad, vista por nuestros sentidos, o explorada por nuestra mente, depende del observador, y cada mente vive una realidad distinta. En concreto, la experiencia finalmente depende de cómo nos percibimos.

En general, nos percibimos como materia mortal y nos identificamos con ella. Vemos que allí “afuera”  las formas materiales mueren constantemente.


 En la experiencia de nuestros sentidos, todo tiene un principio y un fin. Todo cambia. Desde la sonrisa de un niño hasta un lavavajillas, pasando por todos los parientes y amigos a los que vemos marcharse del mundo en nuestro caminar, todo está sujeto a un tiempo de caducidad.

Si nos percibimos en la misma calidad que esas formas externas, convivimos constantemente con el miedo al final, en cada pensamiento, palabra y acto .Esto ha determinado el mundo en el que vivimos, de modo que se manifiesta inestable y temible. Nuestra experiencia emocional, como consecuencia, es un sentir de inestabilidad y temor.

Este modo generalizado y socializado de pensar y sentir, lo denomino vivir en el temor.

Vemos que las formas materiales “mueren”, muy a pesar de que la ciencia haya demostrado y explicado que la materia/energía no se crea ni se destruye, sino que solo se transforma. Para empezar, recordemos que la materia y la energía es lo mismo manifestándose en frecuencias distintas..Todos los objetos que percibimos son en realidad campos magnéticos manejando grupos de energía, esencialmente luz, cuyas variables físicas están en permanente cambio. 


Las características especiales de nuestros sentidos hacen que “sintonicemos” de un modo particular con éstos grupos ordenados de energía y los veamos como materia concreta. Sin embargo, la materia es energía en una banda concreta de frecuencias particularmente bajas. Por ello, algunos científicos llaman a la materia “energía congelada”.

La energía permanece, nunca muere o se destruye. Son las formas las que desaparecen, permutan y renacen. El árbol es procesado por el hombre para llegar a convertirse en un mueble. Una vez que es inútil, es tratado como combustible, convirtiéndose en calor y ceniza. El calor regresa a la atmósfera y la ceniza a la tierra. El aire y la tierra vuelven a formar parte de un nuevo árbol.

Las formas mueren aunque la energía permanezca, y nosotros percibimos nuestro ser como una forma, no como una energía en transformación. Por tanto, bajo ésta percepción somos mortales.

Convivimos con el miedo al final de la forma – a la muerte -, al identificarnos con cuerpos. Y nos pasamos toda la vida buscando mayores posibilidades de supervivencia,  acumulamos bienes, dinero y recursos, manejamos la información para competir y luchar, ya que solo saldrá adelante el más fuerte, el que mejor se adapte, el que mejor compita.


 Buscamos los modos de proporcionar placer al cuerpo como única posibilidad de felicidad, aunque sea efímera y escasa como todo lo relacionado con lo material. Y hacemos sagrado el hecho de “trascender” mediante una familia. Nuestros hijos se convierten en nuestra máxima realización.

Aunque sea lo normal o habitual, es exactamente a esta forma de vida a la que yo llamo vivir en el miedo. No es natural vivir así, si llamamos natural a lo que corresponde a nuestra auténtica naturaleza. Tarde o temprano, nuestra intuición hace que sintamos un profundo vacío. Aquello que verdaderamente anhelamos no puede encontrarse en ésta estructura mental

Jorge Lomar

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