Profundicemos un poco más en la idea de la aceptación, una palabra que suele malinterpretarse con mucha frecuencia.
Mira, se podría decir que lo que eres, lo mismo que el océano, acepta cada ola simplemente porque es cada ola. No tiene elección, ¡no tiene más posibilidad que aceptar!
El océano no acepta unas olas y rechaza otras; la suya es una aceptación incondicional que está mucho más allá de nuestras ideas condicionadas sobre la aceptación. La aceptación de todas sus olas está más allá de los opuestos conceptuales de aceptación y no aceptación.
La aceptación es la inseparabilidad del océano y las olas, y, como tal, no tiene opuesto. Toda ola está aceptada de antemano, y es esa naturaleza ya aceptada de las olas lo que constituye la esencia sobre la que trata éste texto. M e refiero a la más profunda aceptación de la vida, que como individuo no puedes conseguir.
En realidad, la cuestión no es intentar conseguir esa profunda aceptación, sino reconocerla, verla, percibirla en todas y cada una de tus experiencias. No tienes que lograr esta profunda aceptación; eso ya ha sucedido, lo único que te queda por hacer es darte cuenta, sin esfuerzo, de que ya ha sucedido, en este momento y en cada momento. Toda ola de experiencia –todo pensamiento, toda sensación, todo sentimiento, todo sonido, todo olor-tiene permiso para estar aquí. Para cuando una ola aparece, lo que realmente eres ya la ha aceptado. La llegada de una ola es su aceptación. Las compuertas ya están abiertas; a este momento ya se le ha permitido entrar, exactamente como es ahora mismo. ¡Lo único que experimentamos es lo que ya se ha permitido!
Lo que eres ya ha aceptado el momento presente, tal y como es. Lo que eres ya ha dicho sí a lo que es; de lo contrario, lo que aparece en este instante no aparecería. Lo que eres no puede oponer resistencia a nada de lo que aparezca ahora, puesto que es todo lo que aparece ahora. A lo que eres, todo le resulta sencillamente irresistible.
Así que, cuando hablo de aceptación, no uso la palabra de la manera en que se nos ha condicionado a usarla. La uso de una manera nueva, que hace referencia a la más profunda aceptación de la vida…una aceptación, una autorización a estar presente, que ya ha sucedido. Por lo tanto, cuando te sugiero que aceptes o permitas lo que es, es una manera taquigráfica de dirigir tu atención al hecho de que, en este momento…a éstos pensamientos, sensaciones, sentimientos, visiones, sonidos y olores ya se les ha permitido entrar, puesto que ¡ya están apareciendo!
Aceptar nuestros pensamientos y sentimientos es darse cuenta, simple y llanamente, sin hacer el menor esfuerzo, de que esos pensamientos y sentimientos ya han sido aceptados, de que ya se les ha permitido entrar. Ya están aquí. Aceptar no es un logro sujeto al tiempo, sino la realidad del eterno momento presente.
Tú no puedes aceptar, pues lo que eres es aceptación en sí. No eres en realidad una persona separada; eres un espontáneo sí a éste momento.
Esta definición pone muchas enseñanzas espirituales patas arriba. La aceptación no es un estado que se deba alcanzar en el futuro. No es algo que hayamos de buscar, esperar, anhelar, suplicar. No es un logro personal ni algo que llegue tras años de esfuerzos. No es un acontecimiento mágico, una transformación de la consciencia ni un cambio energético que se producirá algún día.
No es una tarea ni el trabajo espiritual que has de desempeñar con disciplina. Es algo que has de redescubrir justo en mitad de tu experiencia presente, aquí y ahora, esté ocurriendo lo que esté ocurriendo. La aceptación no es una meta futura, sino una realidad presente, siempre. Si es la gracia, entonces es una gracia siempre presente, al alcance de todos, todo el tiempo.
Esta definición revoluciona totalmente la idea que tenemos de la aceptación y el rechazo. La aceptación ya no depende de mí, un individuo separado que intenta aceptar, que intenta vivir en un estado de constante aceptación, que intenta alcanzar la aceptación como una meta futura, que intenta estar a la altura de un inalcanzable ideal de aceptación que los maestros espirituales y los gurús han fomentado, y que no es sino otra forma de búsqueda.
La aceptación consiste en reconocer que eres el espacio abierto de la aceptación, el océano que acepta de antemano todas sus olas, incondicionalmente, aquí y ahora…, incluida cualquier ola de no aceptación.
Recuerdo que hace años, cuando me consideraba un buscador espiritual, sediento de la liberación y la huída que representaba la iluminación, solía creer que aceptar, o mejor dicho “hacer aceptación”, las veinticuatro horas del día, los siete días de la semana, trescientos sesenta y cinco días al año, era la clave para iluminarse. Si era capaz de aceptarlo todo en todo momento, sería libre…, o eso pensaba yo. Era una idea preciosa, pero por más que intentara aceptarlotodo, estar presente con todo, permitirlo todo incondicionalmente, darme cuenta de todo sin elección, seguía habiendo cosas que no podía aceptar.
El dolor físico extremo, la violación, la tortura, el genocidio… ¿cómo podría aceptar experiencias como esas? Cuando experimentaba en mi persona un dolor extremo, trataba desesperadamente de aceptarlo, pero me agotaba en el intento, y luego me castigaba por no haber sabido estar a la altura de lo que yo suponía que debía estar a la altura.
Ahora me doy cuenta de que había una estrategia (en otras palabras, una búsqueda) detrás de aquel intento de aceptación: secretamente creía que, si aceptaba el dolor, el dolor desaparecería. ¡Seguía siendo un rechazo del dolor, solo que disfrazado de aceptación! Qué lugar tan ingenioso había encontrado el buscador para esconderse: ¡justo en el centro de una bella práctica espiritual! La aceptación que se hace con cualquier tipo de esperanza, motivo o expectativa no es aceptación real, sino rechazo disfrazado.
Lo que entonces aún no había descubierto era la naturaleza incondicional y omnímoda de esta profunda aceptación. Estaba tan ocupado intentando aceptar que terminé pasando por alto esta profunda aceptación de la vida… ¡en la que incluso mi incapacidad de aceptar estaba aceptada! Sí, así de radical es esta aceptación: ¡incluso a tu falta de aceptación del dolor se le permite formar parte de lo que eres! Todas las olas tienen la aceptación del océano, y si lo que está sucediendo justo ahora es que no aceptas el dolor, eso está aceptado también. El dolor está bien, y la aversión que sientes hacia él, tu deseo de librarte de él, también está bien. Se acepta al buscador incluso cuando es incapaz de aceptar.
Y aquí hay una clara paradoja. Si la vida acepta, acepta totalmente, mi falta de aceptación del dolor, eso significa que deja de ser una falta de aceptación. La no aceptación se trasmuta. Lógica, filosófica y racionalmente esto no tiene sentido, pero es así. Sin embargo, no quiero que me creas; quiero que descubras tú mismo esta verdad.
Hablamos sobre reconocer un significado más profundo de que todo está bien, incluso cuando en la superficie, las cosas no lo estén, sobre percibir una completitud más profunda, incluso cuando en la superficie las cosas no parezcan estar completas.
De lo que hablo esa de la relajación suprema, de la paz suprema, del reposo supremo. No de ti, no de que una persona separada se sienta relajada o en paz, o intente hallar reposo, sino de un sentimiento de relajación más profundo que nace de saber que todo pensamiento, toda sensación, todo sentimiento, incluidos los dolorosos, ya se han aceptado en el espacio que eres. Saber que, en el momento, incluso tu falta de aceptación se ha aceptado profundamente es algo que puede desintegrar de raíz incluso el más férreo sufrimiento. Podría decirse que tal ve todo sufrimiento sea sencillamente la ceguera a ésta profunda aceptación.
Visto desde esta perspectiva, todo sufrimiento es una invitación a aceptar profundamente el momento presente. El sufrimiento, es estrés o malestar psicológico deja de ser algo malo o dañino que hayamos de trascender o destruir, y se transforma en una oportunidad única de que veas con qué sigues en guerra, qué es lo que todavía buscas. En el interior del sufrimiento, siempre encontrarás esta guerra; siempre encontrarás la ceguera a esta profunda t total aceptación.
La guerra es, por lo tanto, una invitación a regresar a esta aceptación profunda y total. El sufrimiento duele, y el dolor nos señala el camino a casa.
“Nostalgia” es una bella palabra que literalmente significa “el dolor del regreso al hogar”. Pero también podría significar “el descubrimiento del hogar incluso en medio del dolor”, porque el hogar está siempre presente, aún en mitad de todas esas experiencias de las que preferirías escapar, lo mismo que el océano está siempre presente en cada ola y adopta la forma de cada ola.
Intentamos cultivar en nosotros cualidades como el amor, la paz, la aceptación y el desapego. Nos agotamos intentando amar, intentando aceptar, intentando relajarnos, intentando no juzgar y no identificarnos con nada, e incluso intentando poner fin a la búsqueda de una vez por todas. Pero cuando descubrimos quienes somos realmente, nos damos cuenta de que todas estas cualidades no son el resultado del esfuerzo de una persona separada, sino que están ya presentes de modo natural en quienes somos antes de que nos identifiquemos como personas separadas.
Lo que somos es por naturaleza expresión de amor y aceptación, está profundamente relajado y siempre en paz, nunca apegado a ninguna forma, y nunca ha buscado nada. Por naturaleza, no juega ni elige, y está siempre libre de toda identificación. Es el océano, siempre en reposo en medio de la tormenta, permitiendo eternamente la existencia de cada ola, sin juzgarla, sin oponerle resistencia ni apegarse a ella. El final de la búsqueda de toda una vida no es una meta futura, sino lo que ya somos.
¿Qué aspecto tiene la vida cuando se mira desde este lugar de profunda aceptación, desde este lugar de completitud siempre presente? ¿Qué aspecto tiene la vida cuando comprendes que no eres una persona separada, una ola separada e incompleta en el vasto océano, en busca del hogar, sino el propio océano, ya completo, ya en casa, ocurra lo que ocurra en éste momento? ¿Qué aspecto tiene la vida cuando sabes que eres el espacio plenamente abierto de la aceptación, en el que todos los pensamientos, sentimientos y sensaciones, todas las olas de experiencia, tienen un profundo permiso de ir y venir?
Y una vez que comprendes que eres este vasto océano, ¿qué relación tienes entonces con las olas? ¿Están separadas de lo que eres, o eres ahora íntimamente inseparable de cada una de ellas?
Seguimos con el libro…LA MÁS PROFUNDA ACEPTACIÓN, de Jeff Foster-
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