domingo, 31 de julio de 2016

LA PAZ PROFUNDA. Eliphas Levi.





de EL LIBRO DE LOS SABIOS.Eliphas Levi.
CAPITULO XII
LA PAZ PROFUNDA
I
Todos los sufrimientos de nuestra alma provienen del extravío de nuestros deseos y de nuestra obstinación en realizar mentiras.

II
Todos los sufrimientos de nuestro corazón provienen de que amamos para recibir y no para dar, para poseer y no para mejorar, para absorber y no para mortalizar.

III
Para ser feliz no se debe codiciar nada, desear nada con obstinación; mas es necesario obedecer a la ley, querer el bien y esperar la Justicia.

IV
No hay que identificarse con nada corruptible, atarse a nada de lo que pasa, dejar absorber su vida por nada de lo que muere.

V
Se debe amar la belleza, la bondad y el amor que son eternos.

VI
Se debe amar la amistad en nuestro amigo, la juventud y la gracia en nuestra amiga. Hay que admirar en las flores la primavera que las renueva, no sorprenderse de ver flores que se marchitan y mortales que cambian.

VII
Hay que beber el vino cuando es bueno y tirarlo cuando está picado.

VIII
No se debe llorar al hermoso cordero que se ha comido.

IX
Se debe dar de buen corazón a quien la hallare, la moneda de oro que se ha perdido.

X
Si vemos morir el árbol que hemos plantado, calentémonos con la madera muerta y plantemos otro aún.

XI
No murmuremos jamás si poseemos lo que hemos elegido.

XII
Cuando nuestra suerte no surge de nuestra elección, saquemos de ella el mejor partido y esperemos trabajando.

XIII
Busquemos la verdad con simplicidad, sin apasionarnos por una idea o por una creencia.

XIV
No discutamos jamás con nadie. Sobreexcitando el amor propio, la discusión produce la obstinación, enemiga de la verdad y de la paz.

XV
No nos indignemos jamás; nada merece nuestra indignación y nada nos da el derecho de indignarnos. Los crímenes son catástrofes y los malvados enfermos que se deben evitar sin odiar.

XVI
No odiemos a nadie ni tengamos jamás resentimientos. Los que nos hacen mal no saben lo que hacen, o ceden a arrebatos que los vuelven más desdichados que nosotros.

XVII
Amemos siempre. Siendo el amor inmortal, su objeto no podría morir; pero los amores de la tierra no continúan más que sobre la tierra. El ser amado que muere a la vida individual, vive todavía y más que nunca en la vida colectiva y es todavía a él a quien amamos en el objeto de un nuevo amor.

XVIII
¡Pobre marido que lloras y que crees que tu mujer ha muerto! Ella volverá, espérala; ha ido a cambiar de traje.

XIX
Nosotros somos los otros y los otros son todavía nosotros.

XX
Pasados veinte años hay muy pocos hombres y mujeres que se añoren todavía y que quisieran resucitar para volver a poseerse.

XXI
También es raro que, cuando se tuvo en la juventud una pasión desdichada, después de veinte años se sienta no haber desposado a la persona que se deseaba con tanto ardor.

XXII
Las eternidades del amor sexual son eternidades de siete a diez años.

XXIII
Todo esto será olvidado en la otra vida y volveremos a encontrar la frescura de una vida nueva y la casta ignorancia de la cuna.

XXIV
La inminencia eterna es el olvido, porque el recuerdo sería casi siempre, o el disgusto, o el remordimiento.

XXV
No tendría jamás penas morales el que poseyera el poder de olvidar.

XXVI
El único a quien no puede ni debe olvidarse jamás es Dios, porque está necesaria y absolutamente presente en todas nuestras existencias sucesivas.

XXVII

Y en todo lo que amamos, buscamos únicamente un encanto que viene de él, que permanece en él y que siempre volvemos a encontrar.

XXVIII
Hay sobre los seres que nos son simpáticos una cierta señal que reconocemos como señal de familia y en todas sus transformaciones volvemos a encontrar siempre a los nuestros.

XXIX
Pero esta señal puede afirmarse sobre tal o cual, y después de una revolución existencia, no nos acordamos más de aquél o aquélla como si no hubiera existido nunca para nosotros.

XXX
No lloremos, pues, nunca a nadie. Volveremos a hallar siempre a los que debemos amar siempre.

XXXI
Los verdaderos amigos no están nunca separados realmente. Dios llena todas las distancias y no deja vacío entre los corazones.

XXXII
Soportemos valientemente el castigo de nuestras faltas y dejemos de avergonzarnos por ellas una vez que las hayamos reparado.

XXXIII
Dice un proverbio vulgar que el infierno está pavimentado con buenas intenciones. Esto no es verdad. Estrellan el cielo las buenas intenciones que han producido sobre la tierra las acciones ineptas, y el infierno está pavimentado con las malas intenciones que querrían llenar el cielo de falsas virtudes.

XXXIV
El retorno al bien es preferido a la inocencia en el Evangelio, lo cual es justo, porque la vida es un combate y la inocencia no es una victoria.

XXXV
A cada uno da Dios, en esta vida, un animal para domar. Los más favorecidos son aquéllos que luchan contra un león: ¿qué gloria poseerán los que no tengan que domar más que un cordero?

XXXVI
No seáis extraños a nada de lo humano y alternad prudentemente el empleo de vuestras fuerzas. El estudio os absorbe demasiado, buscad distracciones. Templad la sabiduría con alguna locura voluntaria. Si las cosas de la inteligencia os disgustan de la vida material, imponeos por penitencia partidas de placer y entretenimientos alegres. Como el bueno de La Fontaine; poned en los platillos de la misma balanza a San Agustín y a Rabelais. Podréis admirar entonces a Buruch sin peligro de vuestra razón.


XXXVII
Ha dicho Salomón que el temor de Dios es el comienzo de la sabiduría. Jesús ha invocado el amor de Dios que, según San Pablo, puede sustituir la sabiduría, y la alta iniciación enseña la identificación del hombre con Dios, que es la consumación eterna de la sabiduría y del amor.


XXXVIII
“Paz profunda, hermano, dice un padre, Cree”. Cuando al saludar a otro ese responde: “¡Emmanuel!, quiere decir: “¡Dios está con nosotros!”

XXXIX
Dios está con los justos y en los justos, en los sabios y con los sabios. La religión es la escala de oro que Jacob ha visto en sueños y que comunica el cielo con la tierra; pero los bonzos, los marabutos, los brahamanes, los raquires, los rabinos, los ulemas y los monjes la quieren transformar en torre de Babel que introduce la confusión en las ideas, vuelve las palabras ininteligibles y divide las naciones.

El sacerdocio es el verdadero gusano roedor del árbol de las creencias universales. Así el Cristo se había adjudicado la misión de destruir el sacerdocio y de reemplazarlo por el presbiteriado, es decir, por la libertad organizada bajo la presencia de los ancianos.


El sacerdocio como casta, el sacerdocio como profesión lucrativa, el sacerdocio autócrata de las conciencias, el sacerdocio usurpador de las cosas temporales, he aquí lo que el cristianismo debía destruir; y he aquí lo que los hombres han restablecido descaradamente en su nombre.

Por ello el socialismo ha reemplazado al cristianismo. Es un nombre nuevo representando la misma idea. Ahora bien, el socialismo realizado será el Mesianismo, pero este nombre ininteligible para el vulgo es sagrado para los elegidos, es decir, para los iniciados.

El exclusivismo religioso es la competencia de los emporios sacerdotales. Cada uno dice: “Tomad mi ungüento, que el de mis concurrentes es un veneno”.

Comerciantes de agua de Colonia, yo soy el verdadero Juan María Farina. Vanamente intentó Jesús echar los mercaderes del Templo: no tuvo éxito. Muy ilegal e imprudentemente los trastornó un día, pero la justicia fue hecha: se crucificó al perturbador y el orden quedó restablecido.

Mientras que la religión sea la ocasión de un comercio cualquiera, no habrá religión seria.

La libertad comercial es un principio y esta libertad ha autorizado, hasta ahora, la explotación de la credulidad de los imbéciles.

Todos los que se hacen pagar por algo, venden algo, y todos los que venden algo, son mercaderes.
El sacerdocio es un comercio; el presbiteriado sería una función respetable porque no podría ser retribuida.

Cuando San Pablo dijo: “Es preciso que el sacerdote viva del altar”, confundió el presbiteriado con el sacerdocio.

El sacerdocio antiguo mataba para comer; el presbiteriado de Jesucristo se hace matar para que los otros coman.

Todo sacerdote que vive del altar come la carne de los pobres y bebe la sangre del pueblo.

Pero Jesús ha dado a los pobres su propia carne para comer y su sangre para beber.

Es por esto que el reinado temporal de Roma ha terminado y que su reinado espiritual ha debido terminar con la usurpación de la divinidad y el ridículo, más insoportable que la muerte.

XL
Sin embargo, las magnificencias del culto católico no deben terminar, como tampoco la mitología antigua y los esplendores del Panteón de Fidias.

María es tan inmortal como la Venus Urania, cuya imagen, encontrada en Milo, indica con sus dos brazos una lira que falta. Hallemos la lira de la Venus eterna y devolveremos a la Iglesia católica la ciencia de su dogma y las armonías de su culto.
He podido juzgar la arquitectura del templo y admirar su conjunto porque he salido del templo ...

Yo soy libre y voy a donde quiero ir, pero, como lo eterno me ha conservado el uso de la razón, no puedo ir ni hacia la fealdad ni hacia la mentira. Amo todo lo que es, porque para mi vista no existe el mal. Digo la verdad sin buscar aplausos y sin temer las injurias. He vivido pobre y moriré pobre según el mundo y, no obstante, siento que estoy rico de verdades, de independencia y de razón.

He formado cosas que Moisés y el Cristo habían dejado adivinar y no por eso dejo de ser un hombre débil y tímido como un niño. La verdad no me pertenece, la doy como la he recibido; ha pasado por mi espíritu casi sin dejar vestigios en él, y si hubiera podido hacerlo habría preferido, a menudo, una mentira que me hubiera dado admiradores y ahorrado las más terribles luchas de mi vida.
Pero es preciso que cada uno cumpla con su destino.


¡Piedad para aquel que se enorgullece de algo! Todo lo que queda al hombre de lo que ha amado es la rectitud de sus intenciones y la esperanza de un destino mejor en su porvenir, que nadie puede prever y al que nadie puede substraerse o escapar.




Eliphas Levi

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