viernes, 3 de junio de 2016

Lascivia y Lujuria.



 





La adicción al sexo puede ser una manifestación tanto de la vanidad como del orgullo. Las razones por las cuales una persona se adicciona al sexo son diferentes en un caso y en el otro. Por ello distinguiremos dos manifestaciones diferentes, la lascivia, propia de los vanidosos, y la lujuria, más propia de los orgullosos y soberbios. La lascivia es una propensión excesiva a los placeres sexuales. Para el vanidoso, la adicción al sexo tiene que ver con la necesidad de reconocimiento por parte de los demás. Es decir, el vanidoso espera que a través del sexo los demás le reconozcan, le admiren, le complazcan. Se inclinan excesivamente a los placeres sexuales como forma de satisfacerse a sí mismos, y raramente piensan en las necesidades de los demás. Frecuentemente utilizan el sexo para absorber a otros seres, para someterlos a su voluntad, o para darse importancia. 

Cuando han saturado sus sentidos y se encuentran hastiados, buscan nuevos alicientes como forma de hiperexcitar mentalmente su deseo sexual, ya sea cambiar asiduamente de pareja, recurrir a formas de sexualidad degeneradas, como el sadismo y el masoquismo, o implicar en sus orgías a otros seres en contra de su voluntad.

En el caso del orgulloso, la adicción al sexo deriva de una necesidad o un vacío afectivo, por no haber encontrado a la persona querida y no admitirlo, o por reprimir o no querer reconocer los sentimientos de amor hacia una determinada persona. Es decir, el orgulloso realmente lo que necesita es ser querido y querer, pero el no reconocimiento o la represión de esta necesidad afectiva le hace refugiarse en el sexo como una válvula de escape. Es decir, suple la falta de amor con sexo. Por ello existe un apetito sexual excesivo e insatisfecho que no se llena en la relación sexual, puesto que el vacío que siente no es sexual, sino emocional. De ahí que busque más y más sexo, y pueda llegar a degeneraciones semejantes a las expuestas anteriormente, para intentar aplacar ese vacío, sin conseguirlo.


¿Cómo vencer la lujuria?

Respecto a la lujuria, la única manera de vencerla es admitir que ese vacío del interior que intenta llenar con sexo procede de la falta de sentimiento y que sólo el sentimiento será capaz de llenarlo.


¿Cómo vencer la lascivia?

Tomando conciencia de que se trata de una manifestación de la vanidad, y que por ese camino uno jamás conseguirá ser feliz. Desgraciadamente, en la mayoría de casos, la lascivia suele ceder sólo cuando sobreviene la pérdida de la juventud, de la belleza física y del vigor sexual, y la persona pierde su atractivo sexual, o su cuerpo deja de responder a los deseos sexuales de la mente. Como consecuencia de todo ello, se esfuma el cortejo de admiradores y también el principal aliciente de su vida hasta ese momento. La persona se encuentra entonces con la cruda realidad, que ha realizado una vida superflua, cultivando relaciones de conveniencia y vacías. Se ha rodeado de personas que estaban con ella sólo por su atractivo físico y que, una vez éste se ha perdido, desaparecen como por arte de magia. Tal vez sólo queden algunas personas que la quisieron de verdad, a pesar de su egoísmo, a las que seguramente prestó poca atención. 

En ausencia del arma que usó para conseguir satisfacer su vanidad, la belleza exterior, se enfrenta a una nueva etapa mucho más auténtica, en la que tendrá que esforzarse por sacar algo bello de su interior para conseguir atraer a alguien a su lado. Así también podrá apreciar la diferencia entre las relaciones de conveniencia y las de sentimientos, y aprenderá a valorar más estas últimas.


¿Quiere decir esto que sólo son lascivas las personas que son bellas y atractivas?

No, pero mayoritariamente suelen ser las que se dejan atrapar más profundamente por la lascivia, ya que otras personas vanidosas que no son físicamente atractivas, aun queriendo, no pueden utilizar el atractivo físico como reclamo para conseguir lo que quieren. En estos casos la vanidad les hará despertar la envidia y el deseo insatisfecho por alcanzar la belleza que otros tienen y que ellos no ven en sí mismos, llegando a obsesionarse por perder peso y a realizarse mil y una operaciones de cirugía estética, para lograr verse más atractivos. Hay muchas personas que son físicamente atractivas que también se dejan atrapar por esta obsesión por poseer un cuerpo perfecto, una manifestación de la vanidad llamada “narcisismo” o “culto al cuerpo”.


¿Podrías exponer con mayor amplitud en qué consiste el narcisismo o “culto al cuerpo”?

Como digo, se trata de una más de las manifestaciones de la vanidad, en la que se exalta la belleza física propia como el valor máximo al que uno puede aspirar. El inconformismo con el propio físico y la búsqueda del “cuerpo perfecto”se convierte en una obsesión, una enfermedad psicológica que hace cometer a la persona todo tipo de aberraciones, como dejar de comer, consumir todo tipo de substancias adelgazantes, vigorizantes, excitantes, etc, colocarse todo tipo de prótesis, poniendo incluso en riesgo su propia vida. La persona atrapada bajo el influjo del narcisismo jamás se conforma con su físico. Invierte todo su tiempo, su energía, su voluntad y su dinero en modificarlo, creyendo que se trata de sí mismo, cuando en realidad no es más que un vestido que utiliza para operar en el mundo físico. Alberga la falsa ilusión de que llegará el día en el que alcanzará su cuerpo ideal y será feliz, alentada en esa creencia por la industria de la estética, la cosmética y el consumismo, que se lucra a su costa. 

Pero esta ilusión es sólo una trampa tendida por el defecto, porque la felicidad no se consigue de ese modo. Sólo se consigue a través del progreso en el amor. Por ello, la insatisfacción crece más y más. Y mientras, el reloj biológico transcurre inexorablemente hacia la vejez, pareciendo que el proceso natural de envejecimiento va frustrando todas las conquistas realizadas con tanto esfuerzo. Y así pasa la vida y llega el momento de dejar definitivamente el que fuera un bello cuerpo físico, condenado inexorablemente al proceso de descomposición natural. Cuando el espíritu vuelve al mundo espiritual toma conciencia del tiempo y esfuerzo malgastado inútilmente en embellecer algo ajeno a uno mismo, un cuerpo que se pudre ahora en una tumba, y de lo poco que ha dedicado a mejorar lo que perdura, lo que uno es, el espíritu. Pero no hay nada irremediable, ya que la vida del espíritu continuará y podrá volver a encarnar para volver a hacer lo que no quiso en la vida que malgastó creyendo ser el cuerpo que vistió.

Visto de ese modo, la belleza física es casi un obstáculo para el progreso del espíritu.

No creáis por lo que he dicho que la belleza es un atributo negativo en sí mismo. Al contrario, porque a medida que el espíritu avanza, los cuerpos en los que el espíritu encarna son cada vez más perfectos, más bellos, en consonancia con la belleza del interior de los espíritus que encarnan en ellos, y así ocurre en los mundos físicos espiritualmente más avanzados que el vuestro. Pero sí puede ser un arma de doble filo en los mundos primitivos, en manos de espíritus poco avanzados. Para los espíritus poco avanzados, inmersos en la etapa de la vanidad, el atractivo físico es un arma para dar rienda suelta a toda su vanidad, y la utilizan con este fin. Saben que aunque se comporten como personas caprichosas, groseras, maleducadas, altivas, su belleza física les proporcionará lo que desean: admiradores, personas que estén a su disposición para complacerles. ¿Para qué esforzarse por ser buenas personas si consiguen lo que quieren con la deslumbrante belleza de su cuerpo?... 

Hasta que les sobreviene la vejez y entonces se quedan solos, porque pierden el único atractivo que tenían y se hunden en su propia miseria moral, ya que jamás han luchado por mejorar su interior, tan ocupados como estaban en mantener su exterior bello y atractivo.


¿Cómo se vence el narcisismo?

Cuando uno toma conciencia de que no es su cuerpo y que por tanto no debe tomarse tantas molestias por él. Que para ser uno feliz se debe dedicar a cultivarse a sí mismo, su interior. Muchos espíritus que han caído en la trampa de la belleza física lo saben. Por ello eligen cuerpos menos agraciados para las próximas encarnaciones, porque no quieren desperdiciar más vidas dedicadas a la autocontemplación de su cuerpo, sino que quieren vencer sus defectos, mejorarse como personas. Y si el tener un bello cuerpo les va a resultar motivo de tentación, prefieren no tenerlo, de momento.


¿Y un orgulloso no puede caer en “el culto al cuerpo”, es decir, no puede sentirse insatisfecho con su cuerpo y desear ardientemente ser bello para resultar atractivo?

Por supuesto, pero por motivos diferentes al vanidoso. El orgulloso va buscando más ser querido que ser el centro de admiración. Y erróneamente cree que siendo más bello será más querido. Si se trata de un orgulloso guapo, el chasco vendrá cuando descubra que las personas que están a su alrededor no están con él porque lo quieren, sino porque están enganchadas a su físico, o a algún otro atractivo que posee, y que cuando se aburran o encuentren alguna persona con un atractivo mayor, no dudarán en abandonarle.


¿Y por qué nos identificamos tanto con nuestro cuerpo y tan poco con nuestro espíritu si en realidad somos lo segundo y no lo primero?

Porque es lo que en vuestro mundo se enseña: que el espíritu no existe y que uno es su cuerpo. Y es que en vuestro mundo hedonista las cualidades que se aprecian son las de la materia (la belleza física, la riqueza, el poder) y se desprecian las cualidades del interior (la sensibilidad, la bondad, la humildad, la modestia). En el mundo espiritual ocurre exactamente lo contrario: se aprecian todas las cualidades espirituales, y la humildad es una de las más valoradas, mientras que las externas, al no ser cualidades del espíritu, no tienen ningún valor. Se las considera accesorios circunstanciales, ya que varían de unas vidas a otras, como cambia el vestuario del actor, cuando cambia de obra de teatro. Uno puede ser guapo en una vida y feo en la siguiente, rico en una vida y pobre en la siguiente.

El espíritu, cuando está desencarnado, tiene muy claras las diferencias, y sabe que viene a mejorarse espiritualmente. Pero al encarnar, la asociación con el cuerpo y el olvido del pasado espiritual, así como la influencia de la cultura en la que encarna, hacen que el espíritu de voluntad débil en sus propósitos de mejora espiritual acabe por identificarse completamente con su cuerpo, y que su mente rechace las manifestaciones espirituales, tanto las vividas en primera persona como las de otras personas.


¿A qué te refieres con manifestaciones espirituales?

Todas aquellas que demuestran la existencia del espíritu y sus facultades, como el contacto con seres desencarnados, los viajes astrales, la intuición de los sentimientos propios y de los demás, la percepción extrasensorial, etc. A mucha gente que ha tenido este tipo de vivencias se la considera desequilibrada mental. Y a no ser que se trate de un espíritu bastante avanzado, que confíe mucho en su propia intuición espiritual, puede llegar a convencerse de que está loco y que necesita tratamiento psiquiátrico.


LAS LEYES ESPIRITUALES
Vicent Guillem
http://lasleyesespirituales.blogspot.com

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