¡GRACIAS!
El poder del agradecimiento es tan grande que nos pone en contacto con energías sutiles de gran alcance que tienen la capacidad de elevar la vibración y sacarnos de ese estado en el que no le podemos encontrar solución a los problemas que la vida nos presenta o no nos sentimos con fuerza para acep-tar las adversidades.
Dar las gracias neutraliza todos los venenos producidos por nuestros propios estados negativos, depresivos y angustiosos. Cuando damos las gracias abrimos unos canales que permiten que la energía del alma fluya hacia nosotros y nos eleve.
La actitud del agradecimiento condiciona nuestra vida interna y la llena de luz. ¿Te ha puesto a pensar cuánto tiempo del día pasas intercambiando con el mundo exterior? Algunos minutos, horas… mientras que contigo mismo pasas todo el tiempo.
Puedes elegir tu compañía, pero hay una compañía que está contigo siempre. ¡TÚ mismo! ¡Qué pesado resulta cuando esa compañía está llena de resentimientos, de miedo, de iras! Nos esclaviza y no nos permite disfrutar la maravilla de un amanecer, del cielo azul, el sonido de la lluvia…
No hay nada que condicione más tu existencia que tu estado interno.
Hagamos lo necesario para que la abundancia, la belleza y el orden se instalen en nuestro mundo interior. Nuestra civilización “moderna” se especializa en llenarnos de cosas. Compramos y compramos y nuestras casas parecen almacenes. Muchas de las cosas que compramos nos hacen prisioneros porque son caras y tenemos que estar cuidándolas todo el tiempo.
Es dentro nuestro que tenemos que tener la riqueza, la belleza y la fuerza, son riquezas que ni siquiera la muerte nos las puede quitar y tienen la capacidad de hacernos feliz.
La puerta para obtener todas esas riquezas internas es el agradecimiento. Si empezamos el día dando gracias, estamos marcándolo en la dirección correcta. No te levantes de la cama sin antes agradecerle a Dios el día que te da. En las mañanas suelo hacer la siguiente oración que ahora comparto contigo.
Gracias, Padre, por todo lo que me das.
Que todos mis pensamientos, sentimientos y actos sean para tu Gloria.
Que no se haga, Señor, mi voluntad sino la Tuya.
Del Maestro Omraam Mikhale Aivanhov aprendí a poner el pie derecho primero en el suelo, al salir de la cama, como un símbolo de que todo marchará en la dirección correcta.
Si llenamos la vida cotidiana con estas pequeñas cosas, le vamos cambiando la tónica, la vibración y por afinidad atraemos todo lo bueno a nuestras vidas. Bendecir la comida y agradecer que la tengamos, es una de esas cosas que pueden elevar la vibración. Y es tan recomendable, porque la comida que llega a nuestra mesa ha estado tan manipulada que es importante que la impregnemos de nuestra mejor vibración.
Mi querido amigo Concepción Ferrufino me ha enseñado que no me tome ningún medicamento sin antes tomarlo en la mano derecha, colocarlo en el corazón y bendecirlo.
Mi otro buen amigo Leonardo Díaz me decía: “Antes de leer un buen libro, colócatelo en el corazón y busca el contacto con el alma del autor, de esa manera lo comprenderás mejor.”
El Maestro Omraam Mikhael Aivanhov nos enseña saludar a la naturaleza en las mañana, levantando la mano derecha y diciéndoles, “les amo, les amo”.
Cuando llego cansada, de un viaje, a mi casa, siento un profundo agradecimiento por el espacio que la vida me ha regalado y saludo a las paredes, los muebles, las plantas y a todos los seres invisibles que comparten mi hogar, así, con la mano en alto, imaginando que el amor de mi corazón salen por la mano como un rayo de luz y los bendice. Y créanme, el espacio palpita y brilla con luz propia y parece decirme: ¡bienvenida!
Son cosas pequeñas con un poder muy grande. La vida es un sucederse de pequeñas cosas cotidianas, pero el resultado lo da la intención, la energía, la vibración que tú le pongas. El ser humano tiene la facultad de llenar los espacios con luz o con sombras, sin importar cuales objetos se tengan o se dejen de tener.
Este mundo está hecho de “Conciencia” y en nuestro universo la Conciencia es Amor. Es una Presencia que subyace detrás de todo.
Es cuestión de saber mirar y descubrir la divina esencia de la cual se han hecho todas las cosas, que es el Hijo Divino, el Verbo. Y ese mirar se logra cuando abrimos las puertas del corazón a través del agradecimiento.
Cuando valoramos lo que tenemos, le añadimos luz, lo hacemos crecer y los milagros comienzan a sucederse porque atraemos aquello que sostenemos con el pensamiento y el corazón.
Cuando no vemos lo bueno que tenemos lo podemos perder. La queja, la crítica, el hablar sin tener en cuenta si herimos o no, la duda, la sospecha, llenan nuestros ambientes de sombras, de oscuridades y somos nosotros los más perjudicados, porque la vibración baja con la que impregnamos los espacios se nos devuelve y nos sentimos pesados, abrumados, cansados.
Cuando servimos o ayudamos a alguien, cuando hacemos un acto de bondad, la vida canta dentro de nosotros y no importa lo que tengamos alrededor, en nuestro mundo interno se instala la luz.
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