martes, 28 de abril de 2015

Opiniones ajenas

Opiniones ajenas

Artículo publicado por Merlina Meiler

El otro día hizo 37 grados y algunos extras de sensación térmica.  La ciudad parecía emanar aún más calor de sus calles. Sofocada como estaba en mi coloreado vestido fresco, me llamó la atención encontrarme con una vecina que tenía puesto un pantalón de jean (mezclilla), una blusa y la frente llena de gotitas de sudor, muestra clara de cómo influía ese tiempo tan abrumador en ella.
Entonces le pregunté: ¿Cómo toleras esos pantalones gruesos con semejante calor?
Su respuesta: “La verdad es que no los aguanto. Pero tengo piernas tan feas… Hace 20 años que no uso una falda.”
Ya pueden imaginar mi contestación a semejante situación y las distintas opciones que le propuse (por ejemplo, faldas amplias o largas de telas bien finitas) para que se sienta mejor con sus piernas, para que se deshaga de la mochila que le implica la mirada ajena (“A esta altura, ¿a quién le importa lo que digan los demás? Si siempre van a hablar…”)  y trate de encontrar solaz en situaciones como esta (y seguramente, en otras similares que también debe de estar padeciendo).
Y me quedé pensando…  Para ella, es más importante “el qué dirán” que intentar gozar de cierto bienestar  en caso de clima extremo.
Además de no darse su lugar ni de priorizar sus necesidades, esto implica estar demasiado pendiente de lo externo, a punto tal de relegar lo que nos corresponde o lo que nos haría bien en función de lo que suponemos que los demás esperan de nosotros (y digo suponemos porque, en la enorme mayoría de las circunstancias, no hay pautas 100% estrictas sobre cómo vestirnos o expresarnos o en las cuales basar nuestras decisiones).
Obviamente, este tipo de conducta suele implicar mucho más. Me pregunté a mí misma en qué otros momentos mi vecina cederá más de la cuenta para no confrontar o para agradar a cualquier costo. Qué decisiones personales importantes habrán quedado relegadas por lo que ella considera que es necesario que haga (o que no haga).
Tener el foco de nuestra atención en el afuera (en vez de en nuestro interior, priorizando nuestros deseos y necesidades) da lugar a desarreglos varios y a que nos dejemos de lado o nos pospongamos debido a que valoramos más la mirada ajena que la de nosotros.
La gente siempre va a opinar. Torcer nuestra voluntad a su merced por el solo hecho de ser aceptado es una elección posible, pero nada saludable.
Escuchar el punto de vista ajeno, respetarlo y luego pasarlo por nuestros propios filtros para ver si se ajusta a nuestras creencias y necesidades y tomar –si queremos- lo que nos resulte beneficioso redundará en nuestro bien personal.
De ti depende tener la vestimenta apropiada  y cómoda el próximo día de calor extremo o la agobiante y que supones que los demás prefieren para ti. ¿Cuál elegirás?
¿Cómo reaccionas ante las opiniones ajenas?

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