Es necesario que te sinceres, contigo y con los demás.
Ocultar o disfrazar la verdad consume demasiada energía, tiempo, esfuerzo…
Negar lo evidente, lo que en efecto sucedió, te llevará directamente a una frustración aún mayor.
“No quedaron conformes con mi trabajo, pero eso es según quién lo mire y además, las instrucciones no estaban del todo claras”.
“Salimos tres veces y no me llamó más. Igualmente, ni me llegó a interesar”.
En estas y en otras situaciones similares en las que no te han elegido o las cosas no salieron como hubieras deseado, hay una tendencia a tapar lo que realmente sucedió o tu reacción con respecto a ello.
Esto te incita internamente a construir un muro que consideras que te protegerá contra la decepción y el rechazo.
Pero en realidad, ese muro hace todo lo contrario:
– no te permite ver lo que pasó cabalmente, lo que aumenta la incertidumbre y el no saber dónde estás parado;
– te aísla de la gente que te puede ayudar, ya que al no demostrar tus verdaderos sentimientos, la alejas, y
– evita que capitalices lo más valioso que esta experiencia te ha dejado: un aprendizaje.
Entonces, sincérate.
Contigo, en primer término.
Nadie es perfecto y tú tampoco escapas a esa regla.
Algunas cosas te salen bien y otras no tanto. A veces te eligen y en otras ocasiones, esto no sucede. Como a mí, como al resto.
Cuanta más claridad tengas con respecto a lo sucedido, mayor será la profundidad a la que llegues con respecto al meollo del asunto, para comprender qué es lo que falló o no funcionó y cómo se podría subsanar en una próxima vez.
También puede llegar a haber motivos de alegría, al ver que has avanzado del lugar en que estuviste en alguna ocasión anterior, aunque el resultado no haya sido ciento por ciento satisfactorio.
Como segundo paso, sincérate con los demás.
Mostrarte como realmente eres solo tendrá un efecto positivo, ya que atraerá a tu entorno a seres luminosos y bien intencionados.
También están los otros, que critican, exigen, no acompañan, presionan. Quien no te apoya o hace leña del árbol caído no merece estar cerca de ti, sea quien sea.
Toda oportunidad es útil para que solo te rodees de personas de buenos sentimientos que quieran lo mejor para ti. El resto, a la mayor distancia posible.
Además, cuando te sinceras y derribas los muros artificiales que has creado a tu alrededor o ni siquiera dejas que se formen, puedes caminar bien erguido ante la vida, con la autoestima muy alta por el saludable orgullo de ser una persona íntegra y digna de lo mejor.
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