“El tiempo
es / demasiado lento para aquellos que esperan, / demasiado veloz para aquellos
que temen, / demasiado largo para aquellos que sufren, / demasiado corto para
aquellos que gozan, / pero para aquellos que aman, / el tiempo no existe.”
Con estas
palabras, el poeta Henry Van Dyke nos recuerda lo irónica que es nuestra
relación con el tiempo.
El tiempo es quizá la más elusiva de todas las
experiencias humanas. No podemos capturarlo ni fotografiarlo. Al contrario de
lo que podría significar adelantar los relojes en el horario de verano, es
imposible guardar un poco de tiempo en un lugar para usarlo más tarde en otro.
Cuando
intentamos describir el significado del tiempo en nuestras vidas, nos quedamos
con palabras que apenas lo calibran de forma relativa. Decimos que algo ocurrió
entonces en el pasado, está ocurriendo ahora en el presente u ocurrirá en algún
punto en el futuro. La única forma de describir el tiempo es a través de las
cosas que ocurren dentro del mismo.
Por muy
misterioso que sea el tiempo, ha sido el enfoque de la atención humana por
miles de años. Por siglos y siglos hemos trabajado para diseñar y perfeccionar
sistemas para contabilizar el tiempo como ciclos, y como ciclos dentro de otros
ciclos, por una muy buena razón.
Por ejemplo, para saber cuando plantar las
cosechas que alimentan toda una civilización, es importante conocer cuantos
días, ciclos lunares y eclipses han ocurrido desde la última siembra.
Los sistemas antiguos de cronometrar el tiempo
mantienen un registro muy preciso de esto.
Por ejemplo,
el calendario maya calcula los ciclos del tiempo desde el año 3113 A.C. (hace
más de 5,000 años), mientras que el sistema hindú de yugas cronometra el
progreso de los ciclos de creación que comenzaron ¡hace más de 4 millones de
años! Hasta el siglo XX en el mundo occidental se tenía típicamente un concepto
poético del tiempo, como un artefacto de la experiencia humana.
El filósofo
Jean-Paul Sartre describió nuestra relación con el tiempo como “una clase
especial de separación: una división que reúne.” Pero esa visión poética cambió
en 1905 cuando Einstein postuló su teoría de la relatividad. Antes de la
relatividad, se creía que el tiempo era de su propia experiencia, distinto de
las tres dimensiones de altura, longitud y ancho que define el espacio.
Sin embargo,
en su teoría, propuso que el espacio y el tiempo están íntimamente entretejidos
y no pueden ser separados. Es esta unión del tiempo y el espacio, dice él, la
que forma un dominio más allá de nuestra familiar experiencia tridimensional:
la cuarta dimensión.
De repente, el tiempo se convirtió en algo más que en un
concepto filosófico casual…, era una fuerza de importancia considerable. tiempo-relatividad
En palabras
que brindaron un nuevo significado a nuestra percepción del tiempo, Einstein
describió su misteriosa naturaleza, diciendo simplemente lo obvio:
“La
distinción entre el pasado, el presente y el futuro es solamente una ilusión
obstinadamente persistente.”
Con esta poderosa
afirmación, Einstein cambió para siempre el concepto que teníamos de nuestra
relación con el tiempo. Considere las implicaciones…: si el pasado y el futuro
están presentes en este momento, ¿podemos comunicarnos con ellos?
¿Podemos
viajar en el tiempo? Incluso antes de esta osada afirmación de Einstein, las
posibilidades que estas preguntas originaban intrigaron a científicos, místicos
y escritores.
Desde los templos escondidos en Egipto
dedicados a la experiencia del tiempo, hasta el estremecimiento causado por la
novela clásica escrita en 1895 por H. G. Wells, La máquina del tiempo, ha sido
parte de nuestros sueños el prospecto de tener la habilidad de asegurarnos un
viaje en el flujo del tiempo y ha capturado nuestra imaginación.
Nuestra fascinación con el tiempo es tan
antigua como nuestra existencia, y nuestras preguntas al respecto, parecen
infinitas.
¿Es el tiempo real?
¿Existe sin nosotros?
¿Hay algo en nuestra
conciencia que hace que el tiempo tenga significado?
Si así es, ¿tenemos el poder
o el derecho de interrumpir su avance lo suficiente como para atisbar el
futuro… o quizá visitar o comunicarnos con las personas del pasado?
¿Podemos
contactar otros reinos e incluso otros mundos con quienes compartimos el
presente?
A la luz de
estos relatos , la frontera entre “aquí” y “allá” se vuelve menos clara,
invitándonos a reconsiderar lo que realmente el tiempo significa en nuestras
vidas.
No lo dudes
más y toma la decisión de aprovechar tu tiempo y aprender de otros que ya hayan
transitado el camino. Pon las leyes del universo a tu favor.
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