lunes, 25 de mayo de 2015

LAS PERSONAS QUE LLENAN NUESTRA BIOGRAFÍA




En mi opinión, al llegar a cierta edad te sientes en la obligación –y es un acto inconsciente- de revisar lo que ha sido tu vida hasta entonces, y de evaluarla. Es un repaso en el que van apareciendo retazos de todas las etapas de tu vida y te das cuenta de que lo único que se repite a lo largo de los años es que hay personas que llenan tu biografía.

Esta revisión puede ser agradable o frustrante en función de la actitud con que uno la emprenda. Es innegable que llegado el momento de hacerla, uno ya acumula una cantidad considerable de años consumidos –no me atrevo a escribir “vividos” porque no siempre es así-, y es inevitable también que el pensamiento acabe desembocando en la presencia más o menos cercana de la muerte.

En general, el primer pensamiento está relacionado con la rebeldía porque ese indeseado momento vaya a llegar, y con la rabieta, de menor o mayor nivel, por no haber disfrutado de esa vida plenamente.

En mi opinión, estas dos circunstancias se juntan en el 99% de las personas. (Mis felicitaciones al 1% restante)

Escribo que la actitud es determinante porque lo mismo nos lleva al principio de una pseudodepresión por la frustración de no haber ocupado la vida de otras cosas más interesantes, por no haber cumplido los sueños que uno tuvo, por no haber hecho más de esto o menos de lo otro, porque nuestro ego nos ha llevado a compararnos con otros y salimos perdiendo –eso es lo que creemos, que no quiere decir que sea así en realidad-, y porque los arrepentimientos se hacen dolorosamente patentes, o, por el contrario, puede que una actitud más positiva y acertada nos haga tomar consciencia de la realidad del tiempo pasado, nos verifique y confirme que el tiempo TAMBIÉN pasa para nosotros, nos ponga a la vista toda la experiencia que hemos adquirido, todas las experiencias que hemos vivido, las cosas personales que hemos logrado descubrir, cuánta felicidad hemos conocido y cuánto hemos gozado, y esa misma toma de conciencia nos haga comprender –con aceptación y sin desolación- que cada vez nos queda menos tiempo de estar en esta vida y ese tiempo hay que exprimirlo, disfrutarlo, gozarlo, y llenarlo de dicha y de sonrisas para que el siguiente inventario personal resulte muy beneficioso.

Esa revisión del tiempo transcurrido nos va a llevar, también e inevitablemente, a hacer un repaso por todas las personas que han ido apareciendo y manteniéndose, o desapareciendo para siempre, a lo largo de nuestra biografía.

Son ellos quienes llenan gran parte de nuestros pensamientos y recuerdos porque han ido desfilando para aportarnos momentos grandiosos –y le garantizo que cuando uno se hace mayor aprecia, admira, y valora más las relaciones personales- o para hacernos aprender y vivir experiencias necesarias.

Aparecen en ese desfile por el recuerdo los compañeros del colegio que iban a ser para toda la vida –de los cuales ya ni se recuerda el nombre a veces-, las compañeras de instituto, los amigos del baile, la amable vecina, el abuelo tierno, los compañeros de trabajo, la primera persona de la que nos enamoramos, nuestra amiga del alma… en fin, que el elemento común que aparece en todos los momentos son las personas que nos acompañan durante esa etapa de la vida que estemos revisando.

Todas las relaciones tienen su ciclo, o sea, acaban antes o después. Unas duran el segundo exacto en que nos cruzamos por la calle con una persona con la que jamás volveremos a tener un encuentro, y otras duran desde que nacemos nosotros hasta que fallecen ellos, o viceversa.

En medio de esos extremos, y con diferente duración e intensidad, siempre habrá personas en nuestro entorno relacional. Para hacernos felices, para vendernos un pantalón, para llenar el depósito del auto, para ser nuestros compañeros durante todo un curso, para curarnos, para acompañarnos matrimoniados el resto de nuestra vida…

Nuestra vida, todas las vidas, están llenas, en mayor o menor cantidad, de personas.

Y es importante darse cuenta de esto si no se ha hecho ya, porque a medida que van desapareciendo los recuerdos –que son, de algún modo, lo que nos queda de la vida- de las cosas y los sitios, va manifestándose con más intensidad, y apreciándose y valorándose más, el contacto humano. Las personas que llenan nuestra biografía.

Las que nos aportaron felicidad, o amor, las que lloraron a nuestro lado, quienes compartieron sus confidencias, con las que reímos, las que ya no podemos volver a abrazar, las que se quedaron sin saber cuánto las queríamos, aquellas que un día nos sonrieron y no les pagamos con un beso, con un “gracias”, con un abrazo o con otra sonrisa.

Seres Humanos, que es más que personas.

Seres Humanos con los que hemos compartido el mundo, el aire de respirar, el sol de la vida, un concierto, una manifestación, un día de playa, el autobús… Seres que tienen vivencias similares a las nuestras, dudas como las nuestras, emociones como las nuestras, un pasado y un presente, ojos, sueños, vida…

Y los que ocuparon o acapararon más de nuestra biografía: familiares, amigos, seres queridos…

Ellos han marcado sin duda, de algún modo, nuestra vida. A ellos les debemos amor, compañía, sentimientos, lecciones…

No estamos a tiempo de resolver nuestra situación con los que se fueron ya de este mundo o con los que están ilocalizables –aunque tal vez se les podría localizar si uno se pone a ello…-, pero sí que podemos tomar conciencia y decisiones de lo que haremos a partir de ahora, y sería bueno tener el radar activado para que cada vez que estemos con otro Ser Humano nos demos cuenta de ello, hagamos un alto en el mundo, y nos centremos en estar con esa persona y en vivir plena y humanamente esa situación.

El momento será más satisfactorio –o la lección más provechosa si es insatisfactorio-, y durante el resto de la vida nos lo agradeceremos.


Te dejo con tus reflexiones…
FRANCISCO DE SALES.

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