lunes, 7 de marzo de 2016

DEL TEMOR AL AMOR 16...AVENTUREROS…




CUESTIÓN DE FE O CUESTIÓN DE LIBERTAD
Se entiende por fe cierta noción de certeza que no es corroborable por los sentidos o el raciocinio. Por ello, tradicionalmente todo lo espiritual ha sido tachado como una cuestión meramente de fe. A menudo se relaciona la fe con cierto poder personal.
Actualmente las personas que han sido adiestradas y aprisionadas en dogmas de fe nada intuitivos y normas absurdas bajo la advertencia de que debían ser creídas, acatadas y obedecidas, se rebelan contra la fe y se aferran al raciocinio y la experiencia. Se ha creado una oposición o incompatibilidad entre fe y libertad.
La alternativa a la fe es la experiencia. Cuando sucede, ya no se precisa la fe. Pero para que suceda la experiencia que desemboca en la sabiduría, es preciso un paso anterior. Elegir la posibilidad mental que haga posible la experiencia. Abrir la puerta.
Este abrir la puerta, esta apertura, más que una cuestión de fe se trata de un auténtico ejercicio de voluntad, es un acto de libertad. Es la libertad esencial.
Finalmente el personaje escapa del juego y la conciencia que observa recibe un fogonazo, un íntimo recuerdo del origen…, una perturbación en el programa “ego”. El resto de los personajes no han podido evitar quedar impactados por la experiencia de ese personaje especial que  ha ido más allá del videojuego, que se ha salido de los raíles del tren. Es el ejemplo de libertad que proporciona elegir el Amor. Es la perturbación sobre la mente dual que produce la conciencia esencial.
Puntos que iluminan sobre un fondo de oscuridad. Eso somos nosotros cuando nos ponemos la corona. Somos terminales de Amor iluminando la oscuridad. Puntos que iluminan un lienzo en la oscuridad: eso es el cosmos en definitiva.
LOS PINTORES DEL LIENZO
En el lienzo de nuestra alma, esa memoria experiencial que almacena todo el camino recorrido por la terminal de la conciencia a modo de “identidad fabricada a base de experiencias”, pintamos arte cósmico, y los colores que usamos son los sentimientos. Esta es la creación en las que estamos comprometidos temporalmente. Mientras damos este largo paseo por el mundo de la mente hablamos de "esta creación” cuando decimos que “somos seres creadores”. Sin embargo, en nuestra conciencia, “somos creadores solamente de Amor”. El amor es lo único auténtico, lo existente cuando la mente deja de inventar mundos y regresa a casa.
Interpretamos la percepción con el filtro de nuestro paradigma o sistema de pensamiento. Según él, creamos experiencias, sentimientos, con los que nuestra alma, nuestro sentir y nuestra conciencia evolucionan hacia nuevas visiones y nuevas experiencias. ¿Son nuevas experiencias? Sí, lo son para la terminal de la conciencia o alma, pero no lo son para la mente creadora de mundos. Ella recrea una y otra vez las experiencias que constituyen la creación, todas las posibles variaciones del gran programa de la creación. La dimensión de la mente dual o gran observador es tan inmensa para cada uno de nosotros, que muchos la han confundido con Dios.
Según el Curso de Milagros, la parte de la Mente que ha quedado atrapada en la percepción y que por tanto nos atrapa a nosotros en las vivencias energéticas, está reviviendo una y otra vez la misma “jornada”. Esta jornada es la totalidad del tiempo que ha creado la mente. Comparada con la eternidad, la creación de “todo el tiempo” se reduce a una jornada, un espacio de tiempo limitado por un principio y un fin. La jornada se basa en una idea de separación multiplicada en miles de millones de formas mentales y sentimientos separados. En esta jornada, la mente ha creado un sentido de identidad no esencial al que llamamos ego, y se esfuerza por mantenerlo vivo. Revive una y otra vez la creación porque teme a la esencia.
Ese temor esencial o primordial conecta con nuestro temor a la muerte del cuerpo, en primera instancia, y con el temor seminal o miedo a iluminarnos – a regresar a casa- a un nivel más profundo. Tememos perder la identidad creada, aunque a menudo nos damos cuenta de que esa entidad es falsa, carece de sentido y nos hace sufrir de un modo u otro.
Como ya dije anteriormente, el alma no tiene realmente una dimensión espiritual pura, ya que en tal caso sería imposible que se auto percibiera como separada. Lo espiritual es Uno. No hay percepción ni conciencia en lo verdaderamente espiritual, ya que es el Conocimiento pleno. No tiene sentido la experiencia en lo espiritual. La conciencia, igualmente, si está separada o si es consciente de algo, pertenece al ámbito del ego o de la mente dual. El alma, pese que a muchos no les guste oírlo, es una estructura mental.
El único baremo (Conjunto de normas establecidas convencionalmente para evaluar algo)  de evolución que existe para el alma es su conciencia esencial o identificación con el Amor. Este potencial evolutivo depende estrictamente del uso que haga de su libertad a lo largo de la jornada. El Alma es en el acto una estructura mental, pero su inteligencia es potencialmente el Conocimiento puro. El Alma es Amor en potencia.
El alma separada es una estructura mental ya que todo lo separado está estructurado mentalmente y ha caído en la falsedad primordial. Pero aunque la mente ha sido capaz de hacernos olvidar lo que somos, nunca puede hacer que “no seamos lo que somos” esencialmente, ya que nuestra Identidad es idéntica, eterna e infinita.
El alma es potencialmente esencia.
En la medida que nuestro punto de vista, alma o conciencia, va alejándose del miedo y de su condición separada de la esencia, se entrega a un sentir pleno y no dual, una efectividad cada vez más pura. Cuando la conciencia experimenta al Amor puro, se siente el goce de Ser, la alegría total sin causa externa, lo que en la visión del Vedanta es llamado Ananda. Se podría traducir como éxtasis, y es apropiado llamarlo “el único sentir”, como el sentir no dual. En este sentir, se puede decir que “se pierde la conciencia en el Amor”. Se disuelve el punto de vista en un único sentir.
Pero cuando la conciencia se siente separada y aún no ha accedido a su Inteligencia Primordial, a la del Amor, autolimita su sentir. El miedo o temor lo defino como una negación del sentir. El miedo es la vivencia de una amenaza constante de dolor en cualquiera de sus formas, expresa la vulnerabilidad al dolor e implica un sentido de muerte. El temor es un gesto mental de represión, evasión o supresión del sentir profundo o único sentir.
El lienzo se va llenando de colores. Nuestra alma aspira a ser todos los sentimientos posibles, todas las experiencias posibles, en realidad e intuitivamente, el alma busca desesperadamente al “único sentir”. No estaba Goethe nada desatinado mostrándonos a un Fausto en busca de la experiencia humana total, en busca de la experimentación de cada sentimiento, llegando a pactar con el diablo- el ego-para hacerlo posible.
Evolucionamos hacia la conciencia realizada o Ser, un estado de infinita dicha, poder y gracia, la alegría total o el Amor realizado. Este objetivo de evolución lo intuye nuestra alma desde cualquier momento de nuestra historia, en la óptica de cualquier cultura, en cualquier lugar del mundo. Es el samadhi en su versión más absoluta, el Nirvana, el Cielo o sencillamente, la felicidad plena e infinita de Ser. Es la alegría pura que reside latente en nuestro espíritu. Es el Amor expresado, el Amor hecho presencia.
AVENTUREROS
Los humanos somos aventureros especializados. Somos Amor pero localizados en el espacio mediante el uso de un cuerpo y ubicados en el tiempo en una mente individual. Viajamos olvidados de nuestra plenitud y jugando a ser menos de lo que somos, para entregarnos en plena libertad a lo que somos. Grandes actores de teatro representando un sinfín de obras y papeles, hasta descubrir que somos los directores y los guionistas, además de los actores.
Tengo la suerte de convivir con una niña que recientemente ha cumplido 11 años. Hace cuatro que comenzó a descubrir el mundo de los juegos de mini consola. Cuando jugaba con ellos, al principio se ponía muy nerviosa en ciertas situaciones. El juego le exigía pasar por aprietos para evolucionar hacia un nivel superior, hacia una nueva pantalla. Ella se quejaba “¡Es que este jueg me estresa mucho!” Algunas veces llegó al extremo de pedirme que jugara por ella cierta pantalla o nivel en particular para no tener que pasar aquella espantosa ansiedad. Cuando me lo pedía, yo le contestaba: “Déjalo estar, cariño, es solo un juego”. Ella me miraba con los ojos muy abiertos, con cierto enfado, y finalmente se resignaba a pasar por ella misma la difícil pantalla. Para ella no era un juego, sino un reto vital.
La vida es algo parecido para nuestra alma. Nos hemos puesto el traje- el cuerpo- y la mentalidad de un personaje – la personalidad-, hemos elegido un escenario, e incluso una línea de acción. Tenemos unas dotes, ciertas herramientas para desenvolvernos en el juego. Y ahora estamos jugando. Puede ser que en el juego suframos, nos sintamos perdidos, doloridos, confusos, tremendamente infelices o felices. Todo ello es parte del juego al que jugamos desde la mente dual.
Todo el juego de la vida solo sirve para que te conozcas profundamente. Y para conocer, tienes que elegir amar.

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