Los traumas emocionales causan tal colapso en el mecanismo de procesamiento de información del sistema nervioso que impide que esas dolorosas experiencias se integren en los almacenes de memoria del cerebro de manera funcional, accesible y ordenada. Podemos, desde olvidar, hasta recordar sólo fragmentos, pasando por seguir sintiendo emociones asociadas al hecho del pasado como si estuvieran presentes, confabular o auto engañarnos al respecto de lo que sucedió. A los que llamamos rasgos de personalidad, no son más que mecanismos de defensa derivados de estas memorias de heridas. Nos identificamos con ellos como si fueran nuestra naturaleza, el verdadero Yo, nuestra esencia, nuestra huella psíquica única y genuina, pero no es así.
A estos rasgos de personalidad los podemos llamar personajes interiores, partes nuestras, subsistemas, o estados del yo. De algunos somos más conscientes, mientras que otros permanecen exiliados. Estos últimos, los repudiados, son los que portan mayor carga de energía y cuanto más oculto están, más luchan por salir a la superficie. Quizás en estado de vigilia, podamos mantenerlos a raya, con el esfuerzo de otros personajes interiores, los protectores, pero al dormirnos, aparecen en los sueños de mil formas disfrazados. Así son los sueños…
¿Conoces a tus personajes interiores? ¿Cómo distinguirlos de tu yo esencial?
Ejemplo de estos personajes son: “El yo miedoso” que anticipa en modo pesimista, dramatiza, reacciona desproporcionadamente, evita enfrentarse a lo que teme; “el yo crítico” que te juzga a ti mismo, te exige, de habla de manera dura y castrante; “el yo culpable” que crea con una responsabilidad desproporcionada sobe lo que pasa a su alrededor; etc. Todos ellos se formaron en un momento pasado de extrema crisis, llegaron a conclusiones, se atrincheraron en creencias, se atribuyeron misiones que defienden a capa y espada descontextualizados hoy en el presente.
Si estás partes u otras (hay muchas más) ocupan el lugar del Yo y lideran nuestras decisiones, el sistema se desequilibra, sobrevendrá la ansiedad, la depresión, los impulsos, las adicciones…
Darnos cuenta de qué parte es la que lleva “el timón” de tu vida es el primer paso para no identificarte con ella y poder desviar el rumbo hacia una ruta más a corte con tus auténticas metas.
Si cuando miras a una de esas partes de tu sistema lo haces con compasión, sin juicio, curiosidad y aceptación, estás haciéndolo desde el Yo, si no es así y te perturba mirarla, es otra parte tuya la que lo está observando.
Hay indecisión y conflicto interno cuando dos personajes quieren cosas diferentes, sus necesidades entran en competencia y el Yo debe escuchar a ambas y animarlas a negociar desde el amor.
No se trata de expulsar del sistema a ninguno de nuestros personajes internos, sino de escuchar su historia, dejar que descarguen su dolor y darles una función útil adecuada a nuestra vida presente.
Una persona herida llegara al equilibrio si los subsistemas internos se integran y forman un equipo eficaz liderado por el verdadero Yo.
Carmen Guerrero
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