En muchas ocasiones, las personas que marcan una transformación en nuestras vidas aparecen sin buscarlas (no digo casualidad porque no creo en las casualidades).
Son pequeños encuentros inesperados que van cogiendo fuerza y pasan a ser momentos muy especiales como poco, por no decir catárticos.
Depende mucho si eres más abierto interiormente, del momento en que te encuentras, más o menos conectado con tu corazón, aunque por muy cerrado que estés, esa persona que aparece, no pasa desapercibida, algún impacto genera en ti.
A medida que vas abriéndote, te vas conociendo y esas dos energías van aproximándose, se va generando la magia. Sientes como si se hubiera activado algo dentro de ti, que te hace querer pasar más tiempo con esa persona, compartir más cosas cotidianas, más charlas, más contacto físico, quieres conocer más y más a la persona y a la vez sientes la necesidad de abrirte a la persona.
No es algo forzado ni incómodo, fluye de forma natural, es algo que sientes y no cuesta nada de esfuerzo, es sencillo, totalmente espontáneo. Simplemente te sale de forma esencial tener contacto con esa persona, es atracción pero va mucho más allá de la atracción física.
Lo curioso es que aunque una persona se propusiera querer “abrir el corazón a otra”, no podría, el corazón no funciona así, no es algo que puedas planificar ni poner una fecha, una hora, un lugar, no es un botón que has de activar, surge de forma sutil, de forma suave pero intensa… No es algo racional, explicable, justificable, es más bien algo abstracto, sin forma, sin definición, sin encontrar las palabras exactas… De ahí que lo que sale de la mente se pueda definir y encontrar una explicación lógica y lo que emana del corazón no se puede detallar con palabras sino más bien con sensaciones.
Y llega el día en que te das cuenta que algo dentro ha sido transformado, que miles de barreras que amurallaban el corazón se han ido cayendo gradualmente o incluso de golpe.
Te das cuenta que eres la misma persona pero diferente. Porque por muchas capas de resistencia que hayas puesto, por miedo y dolor acumulado de situaciones pasadas, en un momento te ves ahí de nuevo “desnudo”, sin capas, sin corazas, sin resistencias y eso a la vez que produce una sensación de felicidad y de autenticidad, genera pánico por verte expuesto a la vulnerabilidad de ser tú mismo sin máscaras, y que otros te vean así.
Y tomas consciencia de que ese encuentro, esa persona sin saber cómo, ha tenido un efecto en ti enorme ya que tu llama interior del amor se ha encendido.
Y en ese momento puedes o salir corriendo o adentrarte en el misterio de saltar al vacío.
Cuando huyes
Si eliges salir corriendo, y huyes por miedo (cosa que es totalmente respetable) seguramente se te presenten a lo largo de la vida pruebas para que vuelvas a estar en ese lugar, del que tanto huyes, para que vuelvas a conectar con esa sensación interior de apertura, porque la llama está ya encendida en ti, puede hacerse más pequeña pero está encendida.
¿Y qué pruebas?
El miedo se acaba liberando a base de sufrimiento, cuando estás cansado de sufrir, cuando sueles tocar fondo, es cuando te despides del miedo.
El dolor, el sufrimiento, su única finalidad, es llevarte de vuelta al corazón, a conectar con lo que eres. El miedo te aleja de lo que eres, porque es lo opuesto al amor.
Y amor es lo que somos por naturaleza. Venimos “de fábrica” siendo amor. El miedo es el que obstruye el paso libre de lo que somos. El miedo es lo que nos hace soñar porque nos olvidamos de lo que somos. Como nos da miedo aquello, lo soñamos y lo vemos como algo inalcanzable.
Los sueños son el potencial que tenemos para poner en práctica, materializar lo que YA SOMOS. (No me refiero a sueños como que te toque la lotería, aunque este ejemplo serviría, el dinero se puede relacionar con abundancia y eso que anhelamos, esa abundancia, lo somos por naturaleza sólo que no lo vemos a través de los ojos del corazón y la mente hace que distorsiones el significado sublime de la abundancia, porque en verdad todo aquello que más valor tiene, no tiene precio)
Pero se nos ha olvidado porque nos hemos identificado con el miedo. El miedo está ahí para desafiarte a ser lo que eres por naturaleza. Simplemente.
Detrás de cada miedo, si tienes el valor de entrar en él, escucharlo, permitir que se exprese sin juzgarlo, sin apartarlo a un rincón porque lo vemos como algo molesto, algo que es malo, que por creencias hemos considerado como limitante.
El tema de las creencias daría para otro post pero de forma resumida, estamos programados por el entrono en el que vivimos a vivir desde el juicio y principalmente con nosotros mismos, lo que hace el juicio es rechazar lo que consideramos como malo (miedo, dolor, tristeza, ira…) y querer atraer lo bueno (alegría, bienestar, valentía, seguridad…) y no nos damos cuenta que aquello que consideramos como “malo” tiene un propósito si lo vemos desde la mirada del corazón, si nos abrimos a no juzgarlo ni apartarlo, sino escucharlo y ver qué nos dice.
Si un niño viene a ti y te dice que tiene miedo a algo ¿lo juzgas por tener miedo? ¿le das una patada y lo arrinconas? ¿o lo escuchas con cariño? ¿le fuerzas para superar ese miedo o lo abrazas?
Generalmente, si un niño te muestra su miedo, lo escuchas, dejas que se exprese, y abrazas a ese niño, no lo juzgas ni lo arrinconas, ni lo humillas. (Si lo expones ante el miedo y lo fuerzas, puedes generarle un trauma y que ese miedo aumente)
¿Por qué no hacemos eso con nosotros mismos, tratarnos con suavidad? Porque nos juzgamos, porque queremos abrazar al otro sin abrazarnos a nosotros mismos. Porque no nos permitimos por ideas preconcebidas y juicios, ser compasivos con nosotros mismos.
Nos han enseñado que ser valientes es tirar hacia adelante, coger los problemas y cargarlos encima y continuar. O en todo caso, pasar por encima de ellos e ignorarlos.
Para mí, la verdadera valentía está en poner los sentimientos sobre la mesa, ser honesto con uno mismo, tener el valor de dejar que salga toda esa carga de miedos que se anteponen con el corazón, permitir que se expresen y escucharlos.
Y cuando salga lo que tenga que salir, realmente es duro pero es vivir sin máscara, es acercarte más a ti mismo, es conocerte, amarte, respetarte, porque si no te conoces, si no sabes quién eres pasarás la vida mirando al de en frente y recriminándole lo que no te gusta de ti mismo o a la inversa lo que sí te gusta de tí mismo pero no conoces.
Las personas nos hacen absolutamente todas de espejos, y proyectamos hacia ellos lo que no somos capaces de ver de uno mismo. Como no estamos acostumbrados a mirar hacia adentro, buscamos todo afuera. Tanto lo que consideramos como “bueno” a lo que consideramos como “malo”.
Se nos olvida que algo tan potente como es ese encendido de la llama interna del amor, es algo nuestro. Si la persona con la que tuviste ese maravilloso encuentro se va de tu vida creemos que se lleva esa llama y la llama está en nosotros, dentro de nosotros. Esa persona simplemente ha recordado lo que eres y por eso se ha encendido. Pero dentro de uno, no se apaga porque la persona se vaya. El responsable de mantener esa llama encendida es uno mismo.
Damos tanto valor y poder a los demás que nos olvidamos de nuestro propio poder y potencial. Se nos olvida que de nosotros sale lo que queremos compartir.
Las relaciones las hacemos mucho más complicadas de lo que en verdad son, si supiéramos gestionarlas desde el corazón claro…
Desde el corazón es mucho más simple, tienes consciencia de lo que eres, y eres esencia, eres amor, te sientes pleno de ti mismo, emanas abundancia y todo eso de forma innata, hace que necesites compartirlo.
Y aparece otra persona con la que resuenas y se crea con ese encuentro una alquimia y sientes que quieres compartir con esa persona lo que eres y esa persona quiere compartirlo contigo.
Contra más conectado estés con lo que eres, más simple será cualquier relación, no sólo con una pareja, sino cualquier tipo de relación.
Pero surgen las preguntas… ya, pero a mi no me aparece ninguna persona con la que sienta esa alquimia o estoy en una relación pero todo es complicado, acabamos proyectando el uno en el otro lo que no sabemos darnos o tengo pareja pero no me siento pleno o feliz pero me da miedo el cambio… hay muchos ejemplos con mil situaciones diferentes pero para todos hay algo en común: ¿vives desde el miedo o desde el amor? ¿Estás con otra persona por miedo o por amor?
En verdad, el auténtico amor con el significado en mayúsculas de la palabra amor, tiene mucho que ver con “te amo pero no te necesito”.
No el “no te necesito” desde una forma de soberbia o de falsa independencia, sino desde haber reconocido interiormente que tú solo eres amor, estás pleno de ti y lo que fluye de ti es compartir ese amor con otra persona para que se multiplique con esa unión, no para que disminuya.
Parece una locura pero el auténtico amor es libre (no confundir libertad con libertinaje). Libre de no aferrarse a él y entregar el poder completamente a otra persona y acabar generando dependencias, pero a la vez con un sentido de compromiso, con uno mismo y con la otra persona.
La vida está diseñada para poder ser consciente, transformar el miedo, tener el coraje de asumir ese miedo y transformarlo en el amor que ya somos.
Se transforma no negándolo, escuchándolo, abrazándolo y por último soltándolo. Cuando sueltas el miedo sucede que se elimina dentro de ti una capa que no te dejaba ver el amor que eres.
Como si interiormente fuéramos una habitación llena de ventanas y de luz y la hemos llenado de tantas cosas que hemos obstruido el flujo de la luz natural que somos por sobrecargarla de tantos muebles (miedos). Al soltar se queda lo que ya es, lo que ya somos. Nos pasamos el tiempo intentando buscar la luz porque hemos olvidado lo que somos.
No se trata de que pongamos “el pause” hasta que hayamos recordado lo que somos por miedo a que todas las relaciones o todo lo que hagamos en la vida será un fracaso. No estamos aquí para eso, estamos para vivir y poder hacerlo de la forma más consciente que sepamos y podamos. Y si ante una situación no somos capaces de reconocer el miedo, no pasa nada, simplemente puede servir para estar más atentos para la vez siguiente, sin dormirnos pero sin forzándonos ni presionarnos.
Cada pasito que damos de forma consciente es soltar y es acercarse a lo que somos, a nuestra esencia. Las situaciones que vivimos sirven para recordar lo que somos. Nuestra naturaleza esencial.
Cada uno decide cómo vivirlo, cada paso es una oportunidad y cada decisión puede ejecutarse desde el miedo o el amor, responsabilidad de cada uno.
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Fuente: https://detrakamanoli.wordpress.com/
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