viernes, 8 de enero de 2016

La receptividad a los sentimientos – por Frances E. Vaughan





Receptividad: Agregado al relajamiento y concentración, el proceso de despertar la intuición requiere receptividad a todas las formas de experiencia subjetiva. Una conciencia alerta que no interfiera, que se mantenga en medio del mundo interior de las sensaciones, emociones e ideas, es la clave para expandir la intuición. 


El conocimiento intuitivo supera las distinciones entre el sujeto y el objeto, entre el ser mismo y lo que él sabe o experimenta. Sin embargo, el proceso de despertar esta conciencia que no es doble, implica observar los estados internos sin identificarse con ellos. Esta no-identificación del ser que observa desde el cuerpo, los sentimientos e ideas, se llama algunas veces el despertar del testigo interior. 


Roberto Assagioli se refiere a esta no-identificación como el medio a través del cual una persona aprende a discriminar entre el contenido de la conciencia y su centro. 

El centro de conocimiento puro o “yo” – él lo define como el centro de voluntad, capaz de dirigir y de usar todo el proceso físico y psicológico.

La observación propia o conciencia de sí mismo por lo tanto implica la posibilidad del dominio de uno mismo y controlar voluntariamente los estados internos. Los intentos activos de simplemente ejercer el control, sin embargo, no logran los resultados deseados. Primero debemos aprender a observar sin interferencia, manteniendo una actitud de consentimiento, aceptando lo que sea que esté pasando sin juzgarlo o tratar de cambiarlo.

La receptividad a los sentimientos:

El conocimiento del contenido de la conciencia y del ser mismo como el CONTEXTO dentro del cual ambos conocimientos ocurren, ayuda al proceso de dejar de identificarse. Cuando nos identificamos con un estado particular emocional, por ejemplo, a menudo estamos llenos de ansiedad y temor de ser abrumados. 



Una vez que dejamos de identificarnos tenemos la libertad de expresar los sentimientos cuando elegimos hacerlo. Dejando a un lado las ataduras de sentimientos específicos nos permite también estar más presente en el momento y poner completa atención a una persona, problema, o situación cuando se presente.

Observar los sentimientos sin cambiarlos es aún más difícil que observar el curso de la respiración sin cambiarla. A menudo cuando elegimos deliberadamente ponernos en contacto con los sentimientos, las emociones negativas como el enojo o el temor entrarán en la conciencia, y tendemos a suprimirlas o cambiarlas de alguna manera, en lugar de permitirles permanecer allí. 



Sin embargo, mantener el enojo o el temor bajo el umbral de la conciencia mediante la supresión o la represión, no hace que desaparezca. Más aún, la represión toma energía, la que entonces no está disponible para la tarea que estás efectuando, sea que estés comprometido en una relación interior personal, o concentrándote en cualquier forma. 

[*Ver la nota al final del párrafo]. 


Cuando se practica la concentración, a menudo los sentimientos parecen ser como una intrusión. Siendo receptivo a los sentimientos y permitiéndoles permanecer allí, no estarás desviando tu energía y atención al tratar de hacerlos desaparecer.

[*Nota de Pilar: Con referencia a la declaración anterior, "la represión toma energía, la que entonces no está disponible para la tarea que estás efectuando..." De acuerdo a Seth/Jane Roberts y también de acuerdo a lo que yo creo, la energía está siempre disponible aunque puede ser reprimida u obstruida. Seth dice en la sesión 673 del libro The Nature of Personal Reality (Habla Seth III), en este caso acerca del odio: "... puedes pretender que el sentimiento no existe, en cuyo caso reprimes esa energía masiva y no puedes usarla para otros propósitos." Creo que eso es lo que Frances Vaughan quiso expresar anteriormente. No que la energía "no está disponible," sino sin salida, cerrada por la represión misma.]

Los sentimientos están a menudo conectados con algo que sucedió en el pasado o que puede o no puede suceder en el futuro. La culpabilidad, por ejemplo, es siempre un sentimiento que está conectado con algo que uno hizo o no hizo en el pasado. Con el objeto de estar siempre presente en el momento, libre de dar toda su atención a lo que sea que se esté haciendo, es necesario desconectarse de las experiencias pasadas. 



Si nos sentimos plagados por sentimientos de culpa, no podemos ver claramente lo que está sucediendo ahora. La voluntad para experimentar el sentimiento completamente, y mantener el contacto con cualquier otra emoción, tal como el resentimiento, o el temor con el que puede estar asociado, puede ser de gran alivio.

Apegarnos a emociones positivas puede distraernos tanto como evitar las emociones negativas. Una experiencia intensa de placer que nos gustaría que se prolongara o repitiera ciertamente nos disminuye la capacidad para comprometernos completamente con cualquier suceso actual en el presente. Piensa que tu atención es como un rayo de luz. Cuando está totalmente concentrada, es coherente y poderosa, como un rayo láser. Cuando es difusa a causa de un disturbio emocional, un apego al pasado, o una anticipación a algo del futuro, pierde la intensidad de su poder. Llegar a estar consciente de lo que sabes intuitivamente en cualquier momento determinado depende de tu capacidad de no interferir; concentrar tu atención en lo que estás consciente ahora.

La manera más directa de aprender a enfocar la atención y mejorar la concentración entonces, no es TRATAR de dejar a un lado los apegos emocionales que interfieren con el proceso, sino sencillamente OBSERVARLOS. Nuestros sentimientos pueden darnos indicios importantes acerca de lo que es apropiado para un futuro crecimiento y desarrollo. No traten de “apagarlos.” Nótenlos, reconózcanlos, experiméntenlos, tal como son. 



Los sentimientos también pueden ser un canal para la expresión del conocimiento intuitivo. La intuición en el nivel emocional puede funcionar por completo solamente cuando estamos conscientes de los sentimientos, sin juzgarlos como buenos o malos, y sin asumir que tenemos que actuar en base a ellos o hacer algo con ellos. No hay necesidad de justificar o racionalizar un sentimiento.

Algunas veces podemos tener un sentimiento acerca de algo que no comprendimos. Un presentimiento de peligro, por ejemplo, puede ser inexplicable aún en mirada retrospectiva. Un hombre en un taller que era esquiador de mucha experiencia dijo que él fue capaz de evitar que lo alcanzara una avalancha al cruzar el país, en una expedición de esquiadores, actuando con sentimientos aparentemente irracionales de aprensión. 



Otro hombre participante en el taller relató un incidente, en el cual él ayudó a alguien en una situación muy seria, actuando con lo que él pensó eran sentimientos absurdos. 


Él dijo que había estado trabajando en una construcción, y cuando había empezado el regreso a su casa una tarde, sintió la urgencia completamente inexplicable de volver al lugar de la construcción. Lo hizo, y se encontró con que uno de la tripulación, que se había quedado hasta más tarde solo en el trabajo, se había caído y estaba herido. Fue capaz de ayudarlo y comentó que probablemente salvó la vida del hombre.

Sintonizarse con los sentimientos no involucra necesariamente corazonadas o presentimientos, aunque actuar a causa de los sentimientos es una parte del aprendizaje para confiar en las formas no racionales de la percepción.

La decisión para actuar o no en base a un sentimiento es un paso secundario que involucra razón y elección. El primer paso, ser receptivo a los sentimientos, es lo que contribuye más a la expansión de la conciencia y desarrollo de la intuición. Más aún con el objeto de elegir un sendero con el corazón, o vivir la vida de todo corazón, necesitas saber como te sientes. No es posible ponerse a trabajar genuinamente o abrirse a la intimidad sin estar en contacto con sus sentimientos. 



A menudo los sentimientos se reprimen debido a que son dolorosos. Pero cuando se reprimen los sentimientos dolorosos, inevitablemente se reprimen otros sentimientos, reduciendo tu capacidad para experimentar y dejas afuera partes vitales de ti mismo.

Llegar a estar consciente de tus sentimientos no debería confundirse con sentirte abrumados por ellos, o dejarlos que manejen tu vida. Una cosa es estar consciente de tener miedo cuando se trata una nueva experiencia, y otra cosa es sentirse inmovilizado por el temor. Asimismo, una cosa es reconocer que estás enojado acerca de algo y luego elegir si lo expresas o no, y algo muy diferente es enfurecerte sin control cuando algo te altera.

Una vez que se experimenta un sentimiento, se puede empezar a observarlo con algún desapego y no identificarse con él. Assagioli ha formulado el principio psicológico básico de la siguiente manera: “Somos dominados por todo aquello con lo que nuestro ser se identifica. Podemos dominar y controlar todo aquello con lo que dejamos de identificarnos.” Por lo tanto, podemos estar conscientes de tener temor, por ejemplo, como parte del contenido de la conciencia, sin que lleguemos a identificarnos con el temor o sentirnos controlados por él. A diferencia de los sentimientos reprimidos que distorsionan la percepción, contribuyen a la tensión crónica y nos distraen la atención del momento presente, las emociones que se observan con desapego vienen y se van y cambian naturalmente.

Según desarrollamos la capacidad de expandir el conocimiento de los sentimientos, en lo cual no tratamos de aferrarnos a las emociones positivas, ni de liberarnos de las negativas, nos damos cuenta que las emociones son transitorias.



 Aún las más profundas depresiones, que a veces parecen interminables, pueden cambiar y en realidad cambian. 


Tampoco duran para siempre los momentos elevados. Sin embargo ambos son claramente parte de la experiencia humana, y en el grado que estemos dispuestos a expandir nuestra gama de experiencia, también expandimos nuestra capacidad para percibir, comprender y conocer más. 


Es el apego a los estados emocionales lo que interfiere con el despertar de la intuición, no las emociones mismas.



Extractos del libro “Awakening Intuition”
(El despertar de la intuición)
por Frances E. Vaughan (1979)

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