lunes, 22 de febrero de 2016

La transformación silenciosa


Diálogo entre Yolande Duran y Laurence Vidal Extracto del libro:  El Silencio Sana
Al principio, me di cuenta de que pasaba algo, algo que nunca me podría haber imaginado porque veía la vida completamente distinta y me sentía igual de distinta. Más adelante, fue como si fuera aprendiendo cosas; a medida que pasaban los días, se iba produciendo una transformación silenciosa. Surgía progresivamente una comprensión clara y gradual de lo que sucedía dentro de esta "cosa", de este "silencio". Tenía la sensación de estar aprendiendo muchas cosas , pero sin saber explicarlas con palabras. Es como si el "silencio" me enseñara muchísimas cosas, pero a un nivel tan íntimo que resultaba imposible expresarlas. Ese "silencio" enseña, aporta autoconocimiento ―conocimiento de todo― y, sin embargo, resulta casi imposible expresarlo con palabras.
A veces, cuando estoy sola y me viene la intensidad, me desborda la dicha, rezumo vida, rezumo sensaciones y, entonces, sí que me vienen las palabras: unas palabras claras y lúcidas que expresan con total precisión justo lo que necesito comprender en ese preciso momento. Pero luego, cuando intento hablarlo con alguien, no queda ni rastro de ellas: ni una sola palabra. El "silencio" no quiere que se hable de él. Es como si estuviera ahí para que yo pueda aprender, pero no para transmitirlo. A veces siento estas cosas incluso cuando estoy con alguien y quiero compartirlas, pero me es imposible porque sencillamente no me vienen las palabras.
Con el tiempo, he ido aprendiendo a vivir con eso ―con mi sensibilidad―, con mi percepción de las cosas, con las visiones que se me presentan, con las sensaciones que han ido evolucionando en mi interior. Y todo lo que ha sucedido no hace más que confirmar, una y otra vez, que, por encima de todo, no debo intentar ser algo distinto de lo que soy.
 
¿Podrías explicar un poco más a qué te refieres cuando hablas de "transformación silenciosa"?
Pues que nada se ha detenido como resultado de esta visión, de este cambio radical. Al contrario, la transformación continúa. Al principio, la sensación se fue refinando; la sensación de intensidad, las energías que vienen y van; así como las visiones, los "visitantes" que a veces las acompañan. Y entonces es un dejarse llevar, un constante abandonarse a esta "cosa", a este "silencio" que me empuja a hacer algo, a hablar o a quedarme callada. Se reduce cada vez más el impulso de querer algo; cada vez me permito más "ser". Esta visión, esta "cosa", me hace hacer cosas con una intensidad tal que no me queda más opción que "ser". No necesito pensar en la vida: observo y las cosas siguen sucediendo de forma espontánea y la intensidad siempre cambia a cada minuto. Me dejo llevar cada vez más, cada vez tengo más confianza porque, suceda lo que suceda, las cosas se ocupan de sí mismas.
Y, además, cada vez hay más claridad...
¿Claridad?
Si. Hay una profunda convicción cada vez más clara. Una convicción de que precisamente esta intensidad es la que hace que aparezca el mundo. Todo lo que aparece, todo lo que existe es única y exclusivamente porque esta "cosa" existe. Todo, hasta Yolande; hasta los cinco sentidos, hasta este árbol, esa montaña, todos los objetos y todo eso que llamamos acontecimientos y todo aquello que constituyen y a lo que llamamos mundo objetivo: esta presencia lo abarca absolutamente todo y permite que todo exista.
Al principio, no estaba tan claro. Algunas cosas estaban claras como, por ejemplo, la ausencia del vínculo con los pensamientos, con las emociones y los recuerdos; pero yo aún creía que el cuerpo o los objetos que lo rodean seguían siendo reales y tenían vida propia.
Últimamente, todo resulta cada vez más evidente y mucho más sencillo: esta "cosa" lo abarca auténtica y absolutamente todo. El mundo tal y como se manifiesta, todo lo que aparece: todo eso es también esta "cosa". ¡Lo que es increíble es el impacto que produce en mí el hecho de haberme dado cuenta de lo evidente que era! Cuando siento esto, siento una sensación de desapego, de profunda convicción. Sé que esta "cosa" está ahí; que todo lo demás simplemente aparece y desaparece, en un segundo plano y tan rápido que mis ojos ni siquiera lo ven. Lo que antes yo creía que era la realidad, ahora ya no existe. Ya no me puedo hacer daño a mí misma con eso. Ya no le tengo ningún apego. Está en un plano tan posterior que la realidad de las cosas ha cambiado por completo.
Pero, sobre todo, esta "cosa" se manifiesta en forma de tranquilidad. Siento que me va desapegando gradualmente de las cosas. Todo resulta cada vez más claro. Además, hay veces que me surge una comprensión tan deslumbrante que se desmorona bloques enteros de creencias. Por ejemplo, me digo: "Sí, pero el cuerpo es real..." y, de repente. esta "cosa" también arrambla con eso...
Al principio creía que esta "cosa" estaba dentro de mí, pero ahora veo que no, que está por todas partes, que lo es todo; que no hay nada ni existe nada que no sea esta "cosa", que no hay nada de qué preocuparse ni nada a lo que engancharse.
¿En qué consiste esa profunda convicción? ¿Es fe? ¿Es una percepción? ¿Es un concepto mental?
Es una fe total en lo que se ve, pero no es que se vea con los ojos o con ningún otro órgano sensorial. No es una percepción ni un concepto mental. El hecho de "ver" junto con esta profunda convicción, representa descubrir que ya no te identificas con nada de lo que pensabas que eras. El ego ya es incapaz de recomponerse y cuanto más claro me queda todo esto, más me doy cuenta de que todo lo que se manifiesta, incluso los árboles, todo lo que parece ser real, proviene de esta "cosa" que existe previamente a todo lo demás; que proviene de la pura realidad.
A veces, me da la sensación de que esta claridad, que va en aumento, llegará a un punto en el que ya no podrá decir nada al respecto: por lo sencilla que llega a ser. Hace solo unas pocas semanas, yo estaba aún aferrada a ciertas cosas y me decía: "Bueno, sí pero tal o cual cosa: eso si que existe de verdad...". Pues resulta que no, que eso también está en proceso de desaparición.
¿Dices que te aferrabas?
Me aferraba sin realmente aferrarme. Es algo muy sutil. ¿Cómo te lo diría yo? Digamos que aún había algo de confusión. Creía que experimentaría las palabras, las frases, los sentimientos con más intensidad porque eso era en lo que consistía esta transformación silenciosa. Pero de lo que me he dado cuenta es de que este proceso de transformación también forma parte de la manifestación, parte de este mundo que surge y desaparece dentro de esta "cosa". Absolutamente todo, incluidos los sentimientos, existen únicamente en ese segundo plano.
¿Tienes la sensación de que esa claridad cada vez mayor te está consumiendo todas las resistencias, todos los residuos que quedan dentro de ti?
Es cierto que, dentro de mí, aún queda una ligera resistencia, algo así como un apego a una determinada opinión o una antigua forma de comprender las cosas, pero la claridad es cada vez más potente y me pone en situaciones o estados de una violencia increíble, como si me estuviera preparando para una lucidez aún mayor en la que ya no quede nada a lo que aferrarse.
Esa resistencia es una transformación en ciernes y a la "claridad" no le queda más remedio que ponerme en situaciones en las que yo experimente lo que me quede por experimentar, pero con tal lucidez que ya no haya necesidad alguna de moverme... No sé... De verdad que no tengo ni idea de hacia donde me lleva.
Fuente: Yolande Duran-Serrano y Laurence Vidal. El Silencio Sana (Trompa de Elefante, 2010)

Yolande Durán Serrano

Yolande Durán Serrano
Yolande Durán Serrano, nació en Moraleja, Cáceres (España), en 1963. Con tres años se mudó a Francia acompañada de su familia, tenía una carrera prometedora como agente inmobiliario y agente FIFA en Ginebra, pero la abandonó desde su despertar espontáneo. Yolande ha viajado por diversos países para compartir con "buscadores", cuyo máximo deseo es llegar a conocerse a sí mismos, la transmisión del silencio infinito y el valor espiritual de la atención de cada uno. Durán, es coautora de El silencio cura, y su segundo libro, Enamorada del Silencio, ha sido elaborado junto a Chantale Rémus.
Hace una década, en 2003, dos meses antes de la muerte de su hijo único, ignorando la existencia de cualquier dimensión espiritual, Yolande vivió una experiencia indescriptible. A través de un despertar claro y espontáneo se sintió conectada a su verdadera naturaleza en un instante eterno: "Entonces ya no hay esta voz que juzga, te condena, te somete, te cansa. Ya no hay este sufrimiento, estos pensamientos que te impiden existir". El sujeto se confunde con el objeto: hay un giro, un despertar a la conciencia impersonal y a sus perfumes: paz, luz y amor.
Este estado (este no-estado) se manifestó a través de un silencio intenso, un vacío, una plenitud al mismo tiempo tan extraordinaria y tan simple que, durante mucho tiempo, Yolande no tuvo palabras que decir. Dejándose poco a poco guiar y enseñar por este silencio, sintió cada vez más el goce de compartir esta manera de estar en el mundo, impregnada de ligereza y simplicidad. Ella ofrece su testimonio de esta liberación interior espontánea, impactada por la realidad última de sí misma y de todo, que es "la última sanación, ya que te sana de la idea de ser una persona".
¿De qué silencio se trata? El que se percibe cuando el pensamiento yo, el pensamiento que se piensa a sí mismo automáticamente, que comenta constantemente, que sueña el futuro y el pasado, se detiene. Es el silencio que se percibe cuando el pensamiento que vocifera, que se queja, que dramatiza la tristeza o la ira, se apaga.
"Yolande sigue apareciendo, pero en segundo plano, al igual que todo lo demás. Existe sin existir. Ya no existe pero está ahí. Tiene más poder. Es este silencio, este poder que se ha hecho cargo de todo."

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